Hacer realidad lo que parecía imposible


Oscar-Marroquin-2013

Estamos a ocho años de cumplir nuestros doscientos años como país independiente y cuando uno revisa el panorama nacional y las perspectivas de futuro, especialmente en cuanto al combate a la pobreza y el fortalecimiento de las instituciones para asegurar el imperio de la ley, el fantasma de la fragilidad del sistema hace que se tenga que pensar, por fuerza, en lo próximo que estamos a pasar de Estado frágil a Estado fallido. Las posibilidades de resolver nuestros problemas sociales se ven remotas no sólo por la ausencia de recursos fiscales, sino también por la carencia de programas que ataquen de manera concreta la pobreza.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En ese contexto, una publicación del diario español El País resulta muy ilustrativa porque se refiere a los avances que en las últimas dos décadas ha logrado Bangladesh, nación surgida tras una sangrienta guerra civil a principios de los años setenta y de la que el “gurú” de la política exterior norteamericana, Henry Kissinger, llegó a decir que ese país “es y será siempre un caso perdido” por la ausencia de institucionalidad, de acuerdos políticos y de políticas de desarrollo. En otras palabras, cuando Kissinger dijo eso sobre Bangladesh estaban como estamos nosotros ahora, pero esfuerzos de Gobierno, del sector privado, de las ONG que han apoyado el financiamiento al desarrollo y del mismo pueblo que se ha organizado para canalizar adecuadamente todos los esfuerzos, hacen que las Naciones Unidas consideren que en el tema del combate a la pobreza Bangladesh sea de las pocas naciones que están cumpliendo los objetivos del milenio.
 
 Nosotros, los guatemaltecos, nos sentimos muy superiores a los pueblos africanos y a los más pobres de Asia en donde se carece de historia e institucionalidad, pero de nada sirven nuestros aires de vieja Capitanía General cuando nos damos cuenta de que el aparato del Estado ha sido secuestrado por grupos de poder que se reparten el erario mediante manejo corrupto de los escasos recursos públicos. Es más, hasta cuando se ha diseñado una política de inversión en la gente más pobre, con programas sociales que pretenden dar impulso a la lucha de la gente para salir de la pobreza, se instrumentalizan de tal forma que dejan de cumplir sus fines porque se diseñan y orientan al clientelismo político con el único fin de mantener el secuestro de la institucionalidad del Estado para que siga siendo pilar de la corrupción.
 
 Bien valdría la pena que en esfuerzos como el que promocionan los empresarios con su Encuentro Nacional que anualmente programan, se investigara un poco cómo es que un país que nació fallido, que no tenía viabilidad desde la perspectiva de expertos tan calificados como Kissinger, es ahora modelo de eficiente trabajo para combatir la pobreza e impulsar el desarrollo. Falta aún mucho por hacer en Bangladesh, pero van muy delante de nosotros, sobre todo porque ya empezaron a hacer la tarea, cosa que aquí ni siquiera está en la agenda.
 Copiar modelos que han funcionado en otros países es importante porque con todo y las diferencias culturales y hasta estructurales que puedan existir, podemos sacar provecho de exitosos planes que en otras latitudes están funcionando.
 
 Por supuesto que vale la pena destacar que la participación de los ciudadanos es fundamental para que Bangladesh haya logrado reducir la pobreza del 57% al 31%. Si ha habido necesidad de manifestar y reclamar derechos, la gente lo hace con determinación y civismo, pero también se compromete a ser parte del esfuerzo y aporta lo que puede aportar.
 
 Aquí todos estamos conformes con ese marasmo de corrupción que a lo mejor va salpicando a muchos y por lo tanto hasta se recibe como algo bueno. Pero todo gira alrededor del negocio, del trinquete, y nada alrededor de metas para lograr desarrollo.