¿Hacer o no hacer?


Para distintos gobiernos del mundo, la alternativa ante la crisis económica es muy dura y estriba en actuar decididamente o simplemente esperar a ver que ocurre, lo que demuestra que no existe salida fácil. Prácticamente todos han emprendido la ruta de actuar para impulsar programas que alivien la situación de los ciudadanos, contando con el beneplácito prácticamente unánime los economistas serios del mundo que entienden el riesgo de que las autoridades se crucen de brazos a esperar que las fuerzas de ese mercado que se mostró tan imperfecto, saquen la tarea.


Sin embargo, en algunos paí­ses existen poderosas fuerzas que influyen en los medios de comunicación que critican las acciones públicas simplemente porque son del Estado y para ellos todo lo que éste pueda hacer es inútil, para no decir que despreciable. Esas fuerzas, que a pesar de la evidencia no aceptan la realidad de un mercado que se mostró no sólo inútil de autorregularse, sino que además tan cargado de una corrupción que antes se achacaba absolutamente al Estado, y por lo tanto incapaz de enfrentar una crisis con las proporciones de la que hoy vive la humanidad.

No hay antecedente histórico que demuestre que no hacer nada es la solución, porque tras la crisis de 1929 fue el Estado el que intervino para reactivar la economí­a deprimida. El costo de no hacer nada es imponderable, mientras que todos sabemos cuál será el costo de actuar y es importante que principiemos a entender que habrá que asumir ese costo.

En Estados Unidos, paí­s que ha sido y sigue siendo el gran referente, el gobierno federal se vio obligado desde la administración anterior a entrar al rescate no sólo del sector financiero sino de la economí­a en su conjunto y eso tiene, por supuesto, un alto costo que tendrá que pagarse. Y el costo se produce justo cuando por herencia de los conservadores republicanos, el déficit fiscal alcanzó la mayor cifra de su historia, lo que ha llevado al nuevo presidente Obama a proponer drásticas medidas que apuntan a reducir a la mitad ese déficit en los próximos cuatro años.

La receta no es fácil, sobre todo porque se tiene que gastar más ahora por la crisis. Pero al reducir los gastos militares con el retiro de Irak y sobre todo al decidir que los ricos que fueron exonerados de impuestos por Bush tendrán que pagar proporcionalmente lo mismo que la clase media, el paí­s podrá encontrar la senda de la disciplina fiscal. Por supuesto que a los neoliberales les cae como patada en la espinilla que se diga que los ricos deben pagar impuestos en proporción igual a como lo hace el resto de los mortales, pero hay que entender que ahora los dinosaurios ya no son sólo los comunistas, sino que el parque jurásico se engalanó con el arribo de tanto neoliberal que no entiende.