A principios de febrero de 2003 le hice una visita de cortesía al poeta Julio Fausto Aguilera, que en aquel entonces era uno de los huéspedes en el hogar San Vicente de Paúl, ubicado en la 28 calle 25-28 de la zona 5 de esta capital. Para mi fue una dicha, honor y un privilegio grande y muy especial, haber platicado unos minutos con el poeta Aguilera, pues la mera verdad es que me reconoció y me llamó por mi nombre, diciéndome que éramos compañeros colaboradores de Diario La Hora, porque tanto él como yo contamos con el espacio periodístico que gentilmente nos proporciona dicho vespertino. Julio Fausto Aguilera escribió por muchos años en Diario La Hora, me hizo mención que en 1969 fue publicado su primer artículo relacionado a un comentario de una obra de teatro de Manuel Galich (no recuerda muy bien la fecha). Entre sus publicaciones destacamos los libros de poemas: Canto y mensaje, Diez poemas fieles, Poemas amantes, Mi buena amiga muerte, y otros. En 1944 participó en la revolución con su poesía social, por lo que fue perseguido y permaneció preso durante cuatro meses. Fue uno de los fundadores durante el Período Revolucionario, del grupo SAKERTI, de artistas y escritores jóvenes; y del grupo Nuevo Siglo. El poeta Julio Fausto Aguilera, que en el año 2002 se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura, se encuentra desde hace algún tiempo padeciendo de diversas dolencias, está internado en el hogar Cabecita de Algodón en Antigua Guatemala, su estado es crítico y parece estar olvidado por las autoridades gubernamentales que rara vez valoran a personajes de relevancia trayectoria y que de alguna manera han engrandecido el nombre de Guatemala. Josefina Aguilera, hermana del poeta y su sobrino Secil Oswaldo de León; y por aparte, amigos y amigas de Julio Fausto Aguilera, han iniciado trámites para solicitar una pensión vitalicia, la cual realmente se la merece y ojalá el gobierno la proporcione cuanto antes y se reconozca su obra como patrimonio nacional. Honor al que lo merece, y es necesario hacerlo en vida, ya que muerta la persona, ni las flores sobre su tumba tendrían valor. No olvidemos a los grandes valores que han hecho historia en Guatemala.