«Je reste avec vous», se lee en la placa donde está enterrado Jean Cocteau, en la localidad francesa de Milly-la-Forêt. Nadie sabe si el genial escritor, pintor y cineasta imaginaba lo cierto que iba a ser ese epitafio de «me quedo con ustedes».
Agencia DPA
Y es que 125 años después de su nacimiento, el legado de este influyente artista del siglo XX sigue tan vivo como antaño.
Quizá el nombre de Cocteau haya quedado ligado especialmente a sus películas. Clásicos como «La Bella y la Bestia» (1945), en el que plasmó con impactantes imágenes su idea de nostalgia, magia y muerte, se han convertido en hitos del cine fantástico. Si en su día sorprendieron por sus efectos especiales, hoy fascinan por su poesía y su ruptura con los convencionalismos.
«La sangre de un poeta» fue su primera película mostrada en público, en 1932. Se trata de una apuesta experimental y surrealista en la que Coteau retrata los miedos y obsesiones de un poeta, su relación con el mundo que lo rodea y la eterna preocupación por el problema de la muerte. Un año después de su estreno, la National Board of Review la incluía en su top de películas extranjeras.
Con «La voz humana», Cocteau escribió el primer gran monólogo telefónico del teatro europeo, en el que una mujer despechada mantiene la última conversación con su amante. Escrita en 1930, la obra ha inspirado varias versiones, entre ellas la tragedia operística de Francis Poulenc, la película en dos partes «L’amore», de Roberto Rossellini, o el telefilme «The Human Voice», con Ingrid Bergman.
Cocteau, que nació en 1889 en Maisons-Laffite, fue un «touche-à-tout», probó casi todas las expresiones artísticas. Escribió poesía («L’Ode à Picasso»), novela («Les enfants terribles») y obras de teatro, libretos de ópera y guiones, fue crítico, cineasta y pintor y diseñó coreografías, vestuario y escenarios. Entabló amistad entre otros con Serguei Diaghilev, André Gide, Marcel Proust y Rainer Maria Rilke, cuya última traducción fue la tragedia de Cocteau «Orfeo», que no pudo completar.
Figura clave en la vanguardia francesa, Cocteau abordó distintas corrientes, pasando de sus comienzos neorrománticos a hasta el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo. Pese a sus breves y sonadas aventuras con mujeres, fue abiertamente homosexual. Su relación con el joven actor Jean Marais, para quien escribió «La Bella y la Bestia», fue objeto de fuertes críticas, que Cocteau contestó en varios escritos contra la homofobia.
El multidisciplinar artista era ya «inmortal» cuando falleció a los 74 años, el 11 de octubre de 1963, en su casa de Milly-la-Forêt (unos 50 kilómetros al sur de París). Y es que en 1955, la prestigiosa Academia Francesa lo había elegido para entrar en el selecto club de sus 40 sus miembros, los llamados «immortels».