Habrá que dialogar con los maestros


Lo que caracteriza a un buen polí­tico en el desempeño de funciones públicas es el criterio que se tiene en cuanto a la forma de impulsar aquellos proyectos en los que se cree con vehemencia. Un polí­tico hábil entiende la necesidad de trabajar en la búsqueda de acuerdos con los distintos sectores para asegurar la viabilidad de sus proyectos, mientras que quienes no entienden ni valoran la importancia de la polí­tica en la gestión pública piensan que basta con mostrar determinación y firmeza para arremeter contra cualquier obstáculo que se presente en el camino.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Un poco de ello estamos viendo ahora con el tema de la Educación, puesto que gracias a una eficiente labor para lograr el acompañamiento de los medios de comunicación se llegó a generar la visión de que el ministerio del ramo era una especie de «joya de la corona» del gobierno del presidente Berger. Y en muchos sectores se pensó que en medio de un régimen que no se ha distinguido cabalmente por el logro de grandes resultados, en el despacho de Educación se mostraba alguna visión estratégica para impulsar cambios de fondo en un sistema que evidentemente anda por la calle de la amargura. Las pruebas realizadas con los estudiantes a punto de graduarse no sirvieron sino para corroborar lo que era un secreto a voces, en el sentido de que estamos desperdiciando recursos porque la calidad de la educación es un desastre.

Y el Ministerio halló una «ventaja», si es que se le puede considerar de esa manera, puesto que encontró un gremio magisterial desarticulado y receloso de sus mismos dirigentes. Era el momento propicio para impulsar polí­ticas de concertación con los maestros para unirlos a los padres de familia y los alumnos en la búsqueda del mayor cambio cualitativo de la educación en la historia del paí­s. Sin embargo, tengo la impresión de que el grupo que conforma la rosca del ministerio no tuvo idea de lo que significa el ejercicio de un cargo polí­tico y creyendo que se trataba simplemente de un problema técnico decidieron entrarle a la implementación de su visión a rajatabla, con mucho de la prepotencia de quien cree que domina en forma absoluta un tema y que no tiene por qué andarlo negociando con nadie.

Muchos errores tácticos pueden verse en el proceder del Ministerio, pero ninguno del tamaño de la metida de pata que significó plegarse a autorizar la transferencia de fondos para que dinero de Educación sirviera para financiar la reconstrucción del aeropuerto. Porque toda esa aureola de eficiencia, de preocupación y dedicación para mejorar el sistema, se fue por un tubo junto a la transferencia que puso en evidencia no sólo la incapacidad del ministerio para ejecutar su presupuesto, sino que además para entender el efecto público que tendrí­a en un paí­s como Guatemala el que se hiciera ese tipo de transferencias. El dinero de Educación debe verse como sagrado y si andamos toda la vida peleando por aumentos a las asignaciones que deben hacerse para educar a nuestro pueblo, transferir dinero de educación a una obra que ni siquiera está siendo debidamente fiscalizada porque es parte de esa piñatización que se hace gracias a organismos internacionales, fue un pecado imperdonable.

Ayer, el ver nuevamente a los maestros marchando y en número mucho mayor y tras escuchar a sus dirigentes que parecen haber tomado un segundo aire más producto de los errores de la cartera que de sus propios aciertos, pensé en la falta que hace en el gobierno alguien que tenga elemental criterio del ejercicio polí­tico.