Hablando se entiende la gente


Oscar-Clemente-Marroquin

Yo creo que si el presidente Otto Pérez Molina le entra al toro por los cuernos, tendría que ir directamente al Hospital General para hablar con los médicos residentes que han paralizado la consulta externa para conocer de primera mano cuál es la situación imperante en ese nosocomio. Porque no es lo mismo atenerse a la versión de su Ministro que durante muchos años fue director hospitalario enfrentado a los reclamos de los jóvenes profesionales que desean cumplir con su deber ético de dar la mejor atención al paciente, que hablar con los que están en la primera fila del servicio público soportando las consecuencias del desabastecimiento de la red hospitalaria.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Influenciado por la visión de los funcionarios de Salud Pública que defienden su hueso y su forma de mal manejar el sistema de salud, el Presidente cree que los médicos en paro están actuando por pura haraganería y porque no les gusta atender a la gente enferma. Y apeló a que cumplan con su juramento y con el código deontológico, porque cree que es inhumano no atender a quienes llegan a la consulta externa del hospital, pero por lo visto no le parece criminal el que el dinero para la salud se derroche en oscuros negocios que se realizan en la compra de medicamentos que se venden a precios irracionales.
 
 El artículo 5 del Código Deontológico de los médicos en Guatemala dice textualmente: “Siendo el sistema nacional de salud el instrumento principal de la sociedad para la atención y promoción de la salud, los médicos han de velar para que en él se den los requisitos de calidad, suficiencia y mantenimiento de los principios éticos. Están obligados  a comunicar sus deficiencias, en tanto las mismas puedan afectar la correcta atención de los pacientes.” Justamente eso es lo que están haciendo los médicos y lo que han hecho prácticamente todas las generaciones de profesionales de la medicina que pasan por el sistema hospitalario de Guatemala y que en forma cíclica realizan estas protestas.
 
 No es un paro para reclamar mejoras salariales ni para demandar que se les ofrezcan comodidades a ellos. Es un paro para exigir que les proporcionen los insumos para poder salvar vidas, las medicinas para curar enfermos y los recursos para que la salud pública cumpla con su función social. Haraganes serían si estuvieran holgando porque no les gustan los turnos que tienen que cubrir en períodos prolongados y de enorme tensión; sinvergüenzas se les podría llamar si teniendo abarrotadas las bodegas de los hospitales y llenos los anaqueles de medicamentos cerraran la consulta simplemente porque no les da la gana atender a los enfermos. Pero lo que les ocurre es totalmente distinto y se llama frustración que sólo puede entender quien tiene realmente la vocación de servicio.
 
 Por ello llama la atención que un funcionario que en su juventud escogió una carrera también sacrificada de servicio al país no pueda entender lo que significa entregar su vida a una profesión demandante como la de medicina, con el sueño y anhelo de salvar vidas, para toparse que por la podredumbre y corrupción que hay en el sistema de salud, el pisto abunda para los largos, pero es escaso para el cumplimiento de los fines sociales.
 
 Yo pienso que si en vez de ponerle oídos a funcionarios que al fin y al cabo defienden su hueso y se lavan las manos de los problemas diciendo que los médicos no trabajan por huevones, el mandatario se acerca al Hospital General y platica con los médicos sin la presencia de shutes que quieren desviar la atención de lo que realmente pasa, otro gallo cantaría y a lo mejor Pérez Molina se convierte en un abogado de la causa noble de entrarle a la depuración del sistema de salud.