Hablando pajas


Editorial_LH

Para mantenerse en el uso de la palabra durante cinco horas hablando de la gestión de un ministro que lleva seis meses en el puesto y únicamente con la intención de mantener entrampada la agenda del Congreso, hay que ser muy bueno, un experto realmente, en el arte de hablar pajas. Ni siquiera para evaluar la gestión de un ministro que haya durado dos períodos presidenciales hace falta tanta casaca como la que ayer se escuchó en el recinto parlamentario.


¿Será que los señores diputados se toman la molestia de detenerse un segundo a reflexionar qué piensa de ellos la ciudadanía y cuál es el criterio que tienen los guatemaltecos de sus representantes? Si lo hicieran y, más aún, si indagaran con la gente, se darían cuenta que hay un absoluto desprecio para una clase política que se nutre con jugosos salarios, pero que no le aporta al país absolutamente nada.
 
  Nosotros hemos criticado el procedimiento que siguió el Ministro de Finanzas y la Junta Directiva para acabar con la interpelación, pero aún y cuando consideramos que se actuó de mala manera, no podemos avalar ese empecinamiento que mantienen los interpelantes, sobre todo porque nos damos cuenta que esas actitudes lo que impiden es que se pueda avanzar en leyes tan importantes como la que castiga el enriquecimiento ilícito y que ha levantado tanta roncha entre los que se aprovechan de la falta de legislación, al punto de que quieren volarse la tipificación del tráfico de influencias, porque resulta que tal y como se define ese delito, se dieron cuenta que casi todos los que tramitan y obtienen negocios en el sector público incurren en hechos que darían lugar a que los procesaran.
 
  Y es que como somos un país en el que se ha vuelto costumbre que para hacer negocios con el Estado hay que traficar influencias, hasta los de las mejores familias se asustan cuando se dan cuenta que lo que ellos hacen está siendo tipificado como un delito. Y ni modo, resulta muy cómodo saber que hay gente capaz de hablar tanta paja como para pasarse cinco horas echando punta sin decir nada, simplemente para que no se avance en la aprobación de leyes que pondrían en peligro todo el entramado de la corrupción en la que participan no sólo los políticos, sino empresarios que se consideran prestigiosos, pero que no tienen empacho alguno en nutrir sus utilidades con el dinero producto de sobreprecios o de contrataciones amañadas previamente en acuerdos alcanzados con los funcionarios que toman las decisiones. Por todo ello es que para algunos, hablar paja no sólo es un oficio, sino algo muy bien remunerado.

Minutero:
A punta de hablar tanta paja
mantienen abierta la caja
para el tráfico de influencias
y otro montón de indecencias