«Â¿Por qué tan caro el boleto si El Salvador está en la vecindad?» reclama el cliente. La asistente le responde: «Usted me pidió un boleto para Salvador y por eso le facturé para esa ciudad de Brasil». Es que no es lo mismo El Salvador que Salvador como tampoco es lo mismo Progreso que El Progreso, Quiché que El Quiché, Petén que El Petén, Antigua que La Antigua. Entonces ¿por qué se usan indistintamente? En cierto sentido la toponimia, como expresión de los pueblos va evolucionando de manera espontánea adaptándose a los usos populares. Somos en primer lugar muy inclinados a simplificar, la Isla de Flores se quedó sólo en Flores, de Las Monjas en Jalapa quedó solamente Monjas, Puerto Barrios quitó lo porteño, Pueblo Nuevo Tiquisate es simplemente Tiquisate, Tecpán Guatemala es sólo Tecpán, La Nueva Concepción es La Nueva, las Costas Cucas están por desaparecer en Flores, Génova y Colomba, entre muchos ejemplos. Ya sea porque suene más bonito o por pura indolencia, los nombres se simplifican (o por rescate histórico como en el caso de Guastatoya, antes El Progreso ciudad). Por otra parte se difuminan los nombres de los santos que anteriormente velaban en casi todos los rincones del país, acaso expresión del creciente secularismo, en Totonicapán, Petapa, Pochuta, Ixtahuacán y otros, al parecer le han dado las gracias a San Miguel, igual que a Santo Tomás en Chichicastenango y a San Francisco en Panajachel; hasta Santa María en Nebaj. En otros lugares el proceso está en curso: por ejemplo en Ostuncalco, Comalapa, Acatempa, Yepocapa, en donde se les va relegando a San Juan, a San José y a San Pedro. Curiosamente también se da el fenómeno inverso en pueblos que se quedan con el nombre del patrono como principal: San Juan (Sacatepéquez), Santa Cruz (del Quiché), (Puerto de) Santo Tomás, San Pedro (Carchá) y otros que no se conocen con abreviaturas como San Francisco El Alto, San Cristóbal Totonicapán, Santa Lucía Cotzumalguapa, San Rafael Pie de la Cuesta, San Vicente Pacaya o Esquipulas Palo Gordo, San José La Arada. Ahora bien, el problema no radica en la evolución de los nombres que, como arriba indico, es parte de esa manifestación espontánea de las comunidades, pero se debe establecer formalmente, oficialmente, el nombre de cada población o región o bien aceptar que distintos nombres son aceptables. Al igual que las personas, que pueden ser conocidas con diferentes nombres o apodos, tienen solamente un nombre oficial (o varios cuando exista debida identificación registral). En ese sentido el referente para las poblaciones es el Diccionario Geográfico Nacional y luego los mapas elaborados por el Instituto Geográfico Nacional. Sin embargo en los textos de ambos aparecen los nombres de manera indistinta como arriba señalo. Por ejemplo en el referido Diccionario establece que el nombre oficial del departamento es Quiché pero en la misma hoja hace referencia repetidamente a «el Quiché». De igual forma si uno ingresó a las páginas de Internet va a encontrarse indistintamente con El Quiché y Quiché incluyendo páginas oficiales, hasta en la nomenclatura canónica se le conoce como Diócesis de El Quiché; en lo que no hay discrepancia es que la cabecera se denomina Santa Cruz del Quiché, o sea Santa Cruz de el Quiché. De igual forma en el mapa oficial de la República de Guatemala aparecen Comalapa, Petapa, Chichicastenango, Pochuta, Yepocapa, etc. La ciudad colonial no aparece como La Antigua, ni Antigua, sino como Antigua Guatemala (¿será la misma ciudad?). Sin ir lejos ¿la ciudad capital es La Nueva Guatemala de la Asunción, Guatemala de la Asunción o Ciudad de Guatemala?