Tras una salida apoteósica, la carrera de Turquía corría el peligro de convertirse en una insulsa caravana de coches sin ninguna emoción y carente de todo sentido del espectáculo. Solo un hecho la diferenciaba de las demás: en la 40ª vuelta, a 18 del final, los cuatro primeros clasificados permanecían unidos, separados por apenas dos segundos. Mark Webber, Sebastian Vettel, Lewis Hamilton y Jenson Button marchaban en fila india, una situación poco habitual. Y era justamente eso lo que permitía presagiar un final de película, tal y como ocurrió.
Webber se había mantenido sólidamente en la cabeza, seguido por Hamilton primero y por Vettel después del cambio de neumáticos. Detrás de los tres estaba Button, el actual campeón mundial.
Esta situación se mantuvo hasta superada ya la mitad de la carrera. Transcurría la 40ª vuelta cuando Vettel se lanzó a un ataque desaforado en pos de su compañero de Red Bull. Inició su adelantamiento en la recta anterior a las últimas tres curvas y, apurando mucho la frenada, consiguió coger el interior de una curva de izquierda. Los dos coches estaban muy igualados porque Webber se negó en redondo a cederle la posición. El australiano tenía la mejor trazada, pero el alemán, seguramente pensando que acabaría por ceder, giró hacia la derecha para no verse superado en la curva. Entonces tocó a Webber y provocó una colisión que les llevó a los dos a la hierba. Vettel tuvo que abandonar y Webber debió cambiar el morro de su bólido y bajó hasta la tercera plaza en la clasificación final.
Fue un momento fundamental de la carrera porque determinó la victoria de Hamilton y el doblete de McLaren con Button en la segunda posición.
La ventaja que en aquel momento Webber mantenía sobre el cuarto clasificado, el alemán Michael Schumacher, era tan notable, casi 40 segundos, que le permitió regresar a la pista en el tercer puesto y concluir subiendo al podio.
Sin embargo, no fue un podio celebrado por Webber. Mantuvo siempre una actitud de cierta frialdad, con los ojos vidriosos, consciente de que Vettel le había arrebatado una victoria prácticamente segura. Y, probablemente, era consciente de que al equipo aquello no le había gustado y de que la situación entre el alemán, que se bajó del coche haciendo signos de que Webber estaba loco, y él ya nunca sería la misma.
¿Culpable? Tal vez no lo hubiera, pero la mayoría de los pilotos se inclinaron por dar la razón a Webber. Sin embargo, una cosa era evidente. Aquella colisión tuvo consecuencias nefastas para el equipo y concedió a McLaren un doblete con el que no soñaba.
En cualquier caso, el triunfo de Hamilton no fue cuestionado. Había sido el único piloto en dar espectáculo con sus constantes ataques a Vettel y Webber, que pusieron ya los pelos de punta, antes de defender con uñas y dientes su primera posición frente al último ataque de su compañero, Button.
La carrera del campeón de McLaren no solo sirvió para demostrar que su escudería ha logrado mejorar su coche hasta el nivel de los Red Bull, sino que evidenció también que no es ni será nunca un piloto conformista. Siempre busca algo más. Siempre quiere arañar una posición. Es el más agresivo del paddock. Lo demostró en la salida, cuando, tras verse superado por Vettel, luchó en la siguiente curva para recuperar el segundo puesto. Después amenazó a Webber y le acosó en las rectas, gracias a la acción aerodinámica del conducto f, hasta que los dos entraron en el taller en la 15ª vuelta. Hamilton salió de allí el tercero, por detrás de Webber y Vettel. Pero su insistencia creó presión a los dos Red Bull hasta su accidente. Entonces, los neumáticos de Hamilton empezaban a acusar el peso del esfuerzo que les había exigido. Y Button le arañó los pocos segundos que les separaban e intentó adelantarle a 10 vueltas del final. Fue otro duelo fratricida, con los coches en paralelo, con Button delante y Hamilton recuperando la posición en el último instante, al límite. Pero, tras aquel intento y la experiencia de los Red Bull, McLaren puso cordura. «Jenson, reserva gasolina, porque estás en una situación crítica», le dijo su equipo a Button. Ya todo estaba claro.
Por detrás, Fernando Alonso peleó toda la carrera con el ruso Nataly Petrov. Le adelantó a cinco vueltas del final y eso le permitió acabar en la octava posición, por detrás de su compañero, Felipe Massa. Pedro Martínez de la Rosa consiguió, por fin, acabar otra carrera, aunque el primer punto de su equipo lo consiguió Kobayashi. Y Jaime Alguersuari estuvo justo detrás de los dos Sauber, en la 12ª plaza, tras otra brillante actuación.
La cara de Mark Webber en el podio lo explicaba todo. No le había gustado nada lo que había ocurrido hasta aquel momento. No entendía todavía por qué Sebastian Vettel llevó hasta tan lejos su ataque por el liderato en la 40ª vuelta, por qué giró hacia la derecha y tocó su coche si él seguía firme en su trazada. Por qué le había impedido ganar su quinta carrera. Aún no había visto los signos que con la mano y la cabeza le había dirigido su compañero de equipo indicándole que debía estar loco. Ni había escuchado su razonamiento dándose a sí mismo la razón.
La cuestión es que el incidente entre los dos pilotos de Red Bull no sólo sirvió en bandeja la victoria a Lewis Hamilton, sino que también evidenció que la tensión en el seno del equipo de la bebida estimulante ha entrado en tal punto de ebullición que Christian Horner, el director, deberá calmar los ánimos si no quiere que se descomponga.
Cuando se bajó del coche, Vettel estaba en un estado de agresividad incontrolable. Allí había dejado la perspectiva de romper la igualdad con Webber y convertirse así en líder, en solitario, del Mundial. No asumía su culpa. Al contrario, entendía que Webber estaba loco por haber defendido su posición hasta aquel extremo. «Si ven las imágenes por la televisión, todo está muy claro», dijo todavía en caliente; «había ganado la parte interior de la trazada. Iba por delante y estaba centrado en la frenada cuando noté que nos tocábamos. El coche de Mark golpeó mi rueda trasera derecha y nos fuimos fuera. No hay mucho más que decir. En aquellas dos o tres vueltas, era más rápido que él y lo aproveché. Le pasé por la izquierda. Tenía la posición».
Le costó a Webber contar su versión de los hechos en la conferencia de prensa. Rehuyó las primeras preguntas, pero luego se explicó. «No, no me siento responsable de lo ocurrido», dijo; «si él no hubiera estado allí, no nos habríamos estrellado. El problema de Vettel es que se metió por el lado equivocado. Y yo no iba a cederle el paso. Yo estaba en mi trazada, la correcta, y dispuesto para afrontar la curva. Me sorprendió que él girara hacia la derecha. Pero, cuando nos tocamos, él ya había perdido el control del bólido. Al final, el resultado es el que ninguno de los dos queríamos. Ambos tenemos nuestro carácter y somos muy rápidos, pero no estábamos luchando por la 15ª posición y la 16ª. Luchábamos por la victoria. Por tanto, es un duro golpe. Voy a hablar de esto con él. Tendremos opiniones encontradas, pero somos adultos».
Atento a estas explicaciones, Hamilton opinó también sobre el suceso y, como la mayoría de los pilotos de la parrilla, dio la razón a Webber. «Lo siento por ellos, pero estaba detrás y encantado con lo que estaba viendo», comentó sonriendo; «Vettel no tenía espacio para meterse y no entiendo por qué lo intentó».
Más contundente fue Horner, visiblemente alterado por el accidente de sus dos pilotos que le impidió celebrar un nuevo doblete. «Una cosa que siempre digo a mis corredores es que pueden competir el uno contra el otro, pero dejando espacio entre los dos. Y fue exactamente lo que no ocurrió», indicó. Más tarde, confirmó que, en el momento del choque, Webber circulaba con la configuración específica para ahorrar combustible. Eso explicaría el hecho de que Vettel se pusiera a su altura tan fácilmente.
«Han ido demasiado lejos en su error. Sebastian cogió el interior de Mark, pero luego quiso hacerse con la posición demasiado pronto. No se dejaron espacio. Concedimos 28 puntos a McLaren y esto es muy desagradable para nosotros. Debemos aprender de esta situación para que no se repita», zanjó Horner.
En Red Bull la guerra ha estallado. En McLaren siguen las celebraciones y los abrazos, pero solo es cuestión de tiempo que el fuego de los egos llegue también a Woking.
Las cosas no funcionan en Ferrari. A la primera victoria de Fernando Alonso el día de su debut con la Scuderia, en Bahrein, le siguieron varias incidencias que pudieron arruinar ya el campeonato si no se hubieran combinado con varios descalabros de sus principales rivales, los pilotos de Red Bull. Desde entonces las cosas solo han ido a peor. Y en Barcelona, la quinta carrera del campeonato, la diferencia entre los Ferrari y los Red Bull llegó a nueve décimas. Un mundo. Mientras Newey había incorporado un buen paquete de mejoras aerodinámicas y comenzaba a estudiar el conducto f, en Ferrari las evoluciones llegaban a cuentagotas.
El sábado, en Turquía, Alonso se quejó de que su coche no había sufrido cambios importantes desde China, la cuarta carrera. «Y eso se nota, porque los demás lo han aprovechado», sentenció. Ayer, en la carrera, el asturiano partió de la 12ª posición y luchó por poder adelantar al Renault de Vitaly Petrov. Lo probó durante 41 vueltas, antes de que, finalmente, encontrara un hueco por donde colarse y acabara tocándose con el ruso antes de adelantarle. «Fue una incidencia de carrera y me sabe mal porque Petrov había hecho una muy buena carrera y merecía estar en los puntos». Petrov salió del toque con un pinchazo en su rueda trasera derecha y tuvo que entrar en el taller. El ruso acabó el 15º.
Aquel adelantamiento y el abandono de Vettel permitieron a Alonso concluir en octava posición, justo por detrás de su compañero de equipo, Felipe Massa, que había salido 8º, es decir, cuatro puestos por delante. Desde esta perspectiva fue un buen resultado. Pero para un equipo del potencial de Ferrari y para un doble campeón mundial, fue un fiasco. «Lo más positivo fue que el accidente entre Vettel y Webber nos permite mantenernos en una buena posición en el campeonato: soy cuarto, a cinco puntos de Hamilton, y un punto por encima de Vettel», reflexionó el asturiano. «Sin embargo, hay que mejorar rápidamente, porque hoy no éramos rápidos. Y las próximas evoluciones no nos permitirán recuperar las ocho décimas que nos lleva Red Bull y las seis o siete con las que nos supera McLaren».
La única esperanza de Alonso es que en los próximos dos circuitos, en Canadá y en Valencia, los trazados se adaptan muy bien a las características de los Ferrari y cuenta más el motor. «Eso nos puede conceder algo, pero no mucho. La cuestión será comprobar qué nos pueden ofrecer las mejoras que iremos incorporando. Tengo plena confianza en el equipo y sé que el buen trabajo que se está realizando en Maranello dará sus frutos. Pero las mejoras deben llegar pronto».
La preocupación de Alonso es compartida por todo el equipo Ferrari. Stefano Domenicali, director de la escudería, no eludió responsabilidades. «Los Red Bull se mostraron muy fuertes en las últimas carreras y nosotros debemos mejorar las prestaciones en pista para poder darles batalla», reconoció el ingeniero italiano. «Es cierto que este circuito es especialmente exigente con la aerodinámica y que ése es nuestro principal punto débil. Pero debemos ser competitivos en cualquier tipo de circuitos. Y en eso estamos trabajando».
Las mínimas mejoras que ha incorporado Ferrari en las últimas carreras no han sido suficientes. Y los trabajos para la adaptación del conducto f han centrado la atención de los técnicos en detrimento de otros aspectos del coche. Sin embargo, Domenicali asegura que el equipo tiene preparado un gran paquete aerodinámico que estará a punto para la carrera de Valencia, el 27 de junio. «Será un coche muy renovado, un salto cualitativo importante que se hará evidente», comentó a los periodistas italianos. «Estamos entrando en la fase decisiva del campeonato y debemos hacer todo lo necesario para afrontarla en las mejores condiciones». Por el momento, están muy lejos no solo de Red Bull, sino que ahora también de McLaren.