Guernica


Sobreviviente de la masacre, frente a una réplica mural de Guernica, y mostrando una fotografí­a del hecho.

los colores de la masacre…

No es cubista, aunque sí­ siga los mismos principios. Ni siquiera podrí­a decirse que es vanguardista. No es una realidad deformada. Guernica es real.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

El cuadro de Picasso no debe verse como uno de sus tantas pinturas en las cuales, a través del cubismo se fragmentaba la realidad, para representar de una manera más fielmente la «realidad». Este cuadro de Picasso debe verse tan fiel como si fuese una fotografí­a.

La «inspiración» del pintor

Esta ciudad, Guernica o Gernika, en euskera, se encontraba lejos del campo de batalla que se libraba entre republicanos y fascistas, durante la guerra civil española. Las tropas del entonces insurgente Francisco Franco habí­an recibido la ayuda del escuadrón aéreo alemán, con la excusa de que el blanco era destruir un puente estratégico y una bodega de material bélico. Sin embargo, estos dos lugares resultaron ilesos del ataque.

Guernica era una ciudad de apenas seis mil habitantes; pequeña, pero significativa por ser la más antigua de los vascos. El 26 de abril de 1937 recibió el ataque que, por poco menos de una hora, destruirí­a casi en su totalidad el poblado.

Ese dí­a, precisamente, era el más idóneo para un bombardeo, ya que era dí­a de mercado; entonces, la Legión Cóndor de la aviación alemana, sirvió de «apoyo» a las fuerzas nacionalistas de Francisco Franco.

Las bombas con las que se sirvieron, eran, en su mayorí­a, de carácter incendiario, lo cual significaba que provocarí­an un daño adicional una vez hací­an explosión. La gente que no morí­a con el bombardeo, salí­a despavorida buscando protección, y era cobardemente asesinada por militares alemanes y fascistas españoles.

La ciudad no era precisamente bélica, o un importante punto de guerra; sin embargo, Guernica se habí­a constituido en un baluarte de orgullo nacionalista vasco, que protestarí­a por el levantamiento de Francisco Franco en España, lo cual le valió la aberración del dictador.

Pocos dí­as después, el «New York Times» de Estados Unidos, y el «Times» de Londres, publicaron con cierta timidez esta noticia, la cual bien podrí­a haber pasado inadvertida; por lo demás, estuvo y estarí­a condenado al olvido.

Una vez estando Franco en el poder, se intentó otorgar toda la responsabilidad del hecho a las fuerzas alemanas, aduciendo que era una acción de guerra.

Tras las investigaciones históricas, especialmente hechas por el periodista inglés Gordon Thomas, se descubrió que este bombardeo formaba parte de estrategias de guerra ideadas por Francisco Franco en unión con los nazis, que consistí­an en «arrasar» poblados enteros, con tal de crear temor en la población.

Para las fuerzas de Franco, los pueblos vascos debieron haber «desaparecido» durante la Guerra Civil, lo cual explica sus polí­ticas en contra de este pueblo durante su dictadura.

Pese a todo, la masacre de Guernica hubiera pasado inadvertida, y las estadí­sticas de los muertos hubieran sido fácilmente pormenorizadas.

Aun ahora se considera que esta masacre ha sido menor, y que sólo ha servido de pretexto para señalar falsamente al gobierno de Franco.

Mientras algunos historiadores refieren que apenas menos de cien personas habrí­an muerto, algunos otros han revelado cifras más exactas: 1,654, de las cuales la mitad fue asesinada a quemarropa por soldados de infanterí­a.

Masacres. Masacre. Masacres; total, en el mundo ha habido más y peores. Incluso, durante la Guerra Civil española y la dictadura de Franco han de haber existido más, y Guernica hubiera sido una más del montón, sino hubiera sido por la sensibilidad de Pablo Picasso, que expresó con este cuadro el dolor por la guerra.

Picasso nunca dudó de la barbarie que hubo en este hecho. Cuando el cuadro inició su recorrido por toda Europa, a su llegada a Parí­s, el embajador alemán en esa ciudad, Otto Abetz, exclamó con horror: «Â¿Quién ha hecho esto?», y Picasso, que se encontraba en esa sala, dijo: «Ustedes fueron».

Composición

Al igual que la mayorí­a de la obra de Picasso, ésta sigue cánones clásicos de la plástica. Al centro, se puede ver una construcción triangular, y a sus lados, el inicio de otros dos triángulos, tal como si se tratara de un frontispicio griego o romano del arte antiguo.

Las figuras más visibles son el caballo, el buey, la paloma, un quinqué, caras con gestos de dolor y una madre llorando por su hija muerta. El resto son pedazos de gente o de animales, o escombros, tal como aparecí­an en las fotografí­as que documentan las tragedias.

Precisamente, la compañera sentimental más famosa de Picasso, Dora Maar, habí­a captado con su cámara el horror de esta tragedia. Por tal razón, el cuadro se compone de blancos, negros y grises, como si fuera una fotografí­a sin color. Además, una tragedia como esta no puede ni debe tener un color en particular.

Según refieren, Picasso habí­a recibido el encargo, en enero de 1937, de pintar un cuadro de dimensiones importantes, para que fuera expuesto en la Exposición Internacional de Parí­s. El espí­ritu del pintor español rechazó siempre los trabajos por encargo. Cuando se agotaba la fecha de la entrega, surge esta tragedia, la cual no quiso que se quedara en el olvido.

Hací­a ya tiempo que habí­a dejado la estética del cubismo; las deformaciones de los personajes que conforman este cuadro no son producto de esta corriente artí­stica, sino del bombardeo.

Recorrido del cuadro

Después de su creación en el estudio de Picasso en la calle de Grands-Augustins, en Parí­s, el Guernica protagonizó un agitado recorrido.

Picasso, según sus propias palabras, atravesaba «la peor época» de su vida en lo personal y lo artí­stico. A fines de abril, cuando se produjo el bombardeo de Guernica, se habí­a quedado sin inspiración.

La denuncia de la tragedia durante el desfile del primero de mayo de 1937 en Parí­s fue un detonante para Picasso, que inmediatamente tomó los pinceles bajo la atenta mirada de su compañera, la fotógrafa Dora Maar.

A principios de junio de ese año, el Guernica era una realidad instalada en el pabellón de España en Trocadero, donde se convirtió en sí­mbolo de la barbarie militar y de los horrores de una guerra civil que destrozó España y causó más de 500 mil muertos.

Después de ser exhibida en los paí­ses del norte de Europa, el Guernica fue embarcado en mayo de 1939 en el buque francés «Normandie» rumbo a Estados Unidos.

La pintura circuló varios años por Estados Unidos y México -donde el presidente Lázaro Cárdenas recibí­a a los exiliados españoles- hasta que en 1944 fue instalado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Aunque el gobierno español era propietario de la obra, Picasso rechazó su traslado a España mientras estuviera en el poder el dictador Francisco Franco (1882-1975).

En 1981, cinco años después de la muerte de Franco, el Guernica llegó a España, primero a un anexo del Museo del Prado y luego, a partir de 1992, al Museo Centro de Arte Reina Sofí­a, de donde no ha salido.

El gobierno vasco reclama el cuadro con motivo del 70 aniversario del bombardeo de Guernica, pero Madrid le respondió que la pintura es muy frágil para viajar.

«Lo seguimos reivindicando porque (…) el cuadro pertenece a los que murieron, a los supervivientes y, en general, al pueblo de Gernika y al pueblo vasco», declaró el alcalde de Guernica, Miguel íngel Aranaz. (Con información de AFP)