El arte y el color del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín ilumina desde ayer el edificio del sombrío ex liceo de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los mayores centros de exterminio de prisioneros de la última dictadura argentina (1976/83).
«Es un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo y a todas las madres del mundo porque ellas son las receptoras de todas las angustias del hombre y por ende de la sociedad toda», dijo Pablo Guayasamín, uno de los siete hijos del artista fallecido en 1999, en el acto de inauguración.
Pablo, quien preside la Fundación Guayasamín, destacó la presencia de los cuadros de su padre «en un sitio tan emblemático, donde pasaron cosas tenebrosas… horrorosas», en relación a los 5 mil detenidos que pasaron por el lugar y de los cuales apenas sobrevivió un centenar.
«Mi padre denunció en sus cuadros el dolor de todas las madres. Su mensaje siempre fue contra el genocidio, la violencia y las guerras», insistió Pablo Guayasamín señalando los cuadros de la colección «La Edad de la Ira», en los que siete mujeres lloran vestidas de negro, con contornos que simulan ataúdes.
La ESMA está enclavada en varias hectáreas arboladas de una zona densamente poblada del norte de la capital argentina, e involucra varios edificios que sirvieron de centro de detención, torturas e incluso de maternidad clandestina, adonde las prisioneras daban a luz y luego eran asesinadas y los niños robados.
Los inmuebles fueron entregados a diferentes organismos de derechos humanos y las Madres pidieron el edificio del ex liceo militar porque «aquí se formaron ideológicamente los marinos que reprimieron y lo que queremos es revertir ese signo con arte y cultura», dijo a la AFP una portavoz de la entidad.
«Este es otro sueño hecho realidad, cuando se cumplen 90 años del nacimiento de Guayasamín y 32 del nacimiento de las Madres. El objetivo es poner belleza y vida donde hubo muerte», afirmó la titular de la entidad, Hebe de Bonafini, en el acto.
«Hay que ganarle a la muerte con la vida, la belleza, el color, el arte», insistió la dirigenta y apuntó que la sencillez y la creatividad habían sido los atributos que más le habían impactado de Guayasamín, con quien había pasado momentos inolvidables.
Desde las paredes blancas del edificio, el visitante se topa con la crudeza de rostros de contornos ásperos y angulosos, y manos grandes y rugosas, propios de indios y mestizos, como el propio artista.
«Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el hombre hace contra el hombre», señala un pensamiento rescatado en los muros del maestro, que marcó la tendencia del realismo social y es un referente mundial de la pintura ecuatoriana.
Pablo Guayasamín reveló que su padre estaba trabajando en un gran mural en homenaje a las Madres de Plaza de Mayo cuando murió, y explicó que en la muestra se exhiben algunos de los bocetos.
El artista pensaba poner la obra en la Capilla del Hombre, un majestuoso museo ideado por el pintor y que fue inaugurado a fines de 2002 en Quito para rendir culto al arte latinoamericano, desde el precolombino hasta el de la actualidad.