A vece le concedo crédito al refrán o sentencia que señala que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, porque de otra manera no puedo comprender cómo es que los guatemaltecos seamos tan sumisos, resignados y aguantadores ante los abusos de la plutocracia, al margen de los desmanes y corruptelas de funcionarios estatales.
En medio del hastío en que estamos sumergidos por la masiva, bulliciosa, despilfarradora y vacía propaganda electoral, el filántropo don Pedro Cofiño, en su calidad de gerente de la Comercializadora Artículos de Consumo Popular, anunció jubilosamente que “la presentación de 500 gramos -1.08 libras o medio kilo- subirá Q0.25 para venderse en los supermercados a Q3.75, y Q0.35 para las tiendas de barrio, lo cual elevará su costo a Q4†(Prensa Libre, 29.07)
Al leer esa noticia llegué a pensar que ahora sí los consumidores no se quedarían de brazos cruzados sino que se organizarán y se rebelarán en contra de ese nuevo incremento de precios del azúcar. Pero nada sucedió, todos se quedaron tranquilos, a no ser una escueta y moderada declaración del señor Roberto Herrarte, de la Gremial de Fabricantes de Alimentos, quien comedidamente, dijo que “Este ajuste tendría un impacto en el consumo mensual de las familiasâ€.
Luego, creí que los candidatos presidenciales expresarían su desagrado, en defensa de los intereses de sus potenciales electores, especialmente la doctora Rogelia Menchú, quien representa a una lánguida izquierda debilitada y opacada, quien aprovecharía la oportunidad para elevar su voz en nombre de los sectores populares. Pero parece que los políticos sólo se atreven a lanzar consignas y superficiales discursos en los que sobresale su obsesión por abanderar los derechos de los compatriotas menos afortunados.
Pensé que los esforzados y empobrecidos propietarios de ingenios probablemente habrían incrementado los salarios y otras prestaciones a sus trabajadores; pero la causa de ese aumento obedece a que, según explicó con el rostro adusto el señor Cofiño, “Detectamos que camiones y picops venían a comprar (el edulcorante) a la capital con el objetivo de llevárselo a México, y para frenar el contrabando se hace necesario subir el precioâ€.
¡Y qué culpa tenemos los consumidores que las autoridades de la SAT o aunque sea de la Dirección General de Espectáculos, no ejerzan un efectivo control en las aduanas!; además de que si los mexicanos están consumiendo más azúcar producida en Guatemala cualquier neófito en materia económica y financiera pensaría que los azucareros serían los beneficiados, siguiendo las sacrosantas reglas del mercado, con tan sólo que los exportadores cumpliesen con sus obligaciones tributarias.
Pero resulta que no es así, y de ahí que el azúcar subió de precio en un 6 %, pese a que hace solo cuatro meses ya se había registrado otra alza, ante el silencio del Gobierno y la inmutable paciencia de los consumidores.
(El diabético Romualdo Tishudo, vagando por un cementerio privado, en la tumba de un platudo azucarero leyó este epitafio: -Por fin he dejado de pagar impuestos).