Después de varios días no estoy muy convencido de que en realidad escuché las palabras del presidente Otto Pérez Molina y observé su imagen en la televisión la noche del martes pasado, porque al día siguiente, contra lo que esperaba, ninguno de los tres principales diarios matutinos publicó la información que (no podría jurar) dio a conocer el gobernante.
No soy muy aficionado a la TV, menos a los noticiarios que se difunden en los canales “guatemaltecos”; pero esa noche, después de haber buscado agotadoramente una especie de pequeña cartera en la que porto documentos valiosos para mí, algunos de ellos imprescindibles, como licencia de conducir, por ejemplo, y que finalmente encontré, me desparramé en un sillón de la sala familiar y casi involuntariamente tomé el control remoto del televisor.
Fue entonces cuando apareció el rostro del mandatario guatemalteco en momentos en que era entrevistado por reporteros del noticiario cuyo nombre se me escapa a propósito. Don Otto se refería en esos momentos a un asunto que había hecho las delicias de la mayoría de los políticos de la oposición, especialmente de los diputados del partido Lider, además de escandalizar a algunos columnistas y editorialistas que no salían de estupor ante categóricas y amplias declaraciones que los días previos había externado la abogada Anabella de León; devenida en la cantante de voz de terciopelo envuelta en lija, en su carácter de directora del Registro General de la Propiedad.
Por si alguno de ustedes está padeciendo de anosognosia, o sea paulatina pérdida de la memoria, les recuerdo que doña Anabella aseveró con firmeza que de ninguna manera permitiría que personal de la Contraloría General de Cuentas de la Nación procediera a realizar auditorías a la institución que la exparlamentaria dirige, en vista de que no percibe recursos del Estado, sino que es un ente autónomo que se financia por sus propios medios.
Esa postura la repitió una y otra vez, pero su posición se fue debilitando ante las críticas de políticos opositores y periodistas de opinión, que no lograban concebir que la abogada De León hubiera experimentado una severa mutación en su forma de pensar, por cuanto que cuando fue diputada en la legislatura anterior, se caracterizó por exigir transparencia y fiscalización en todas las instituciones del Estado.
Finalmente accedió a que la Contraloría auditara al Registro, cuando el Presidente advirtió que todas las dependencias estatales están sujetas a la fiscalización. Lo sorprendente es que la noche del martes, el mandatario declaró paladinamente, sin que se le arrugara el ceño, que doña Anabella nunca se opuso a la polémica auditoría sino que fueron algunos empleados del Registro los renuentes a la fiscalización, aunque en ninguna oportunidad se escuchara o leyera alguna declaración de estos burócratas emitiendo declaraciones al respecto (al menos hasta el miércoles), sino sólo fue la excongresista la que enfáticamente expresó públicamente en varias ocasiones ese rotundo rechazo.
¿Estaremos ciegos, sordos o padecemos de lagunas mentales los guatemaltecos que escuchamos y leímos el repudio de la señora De León? ¿O se tratará, acaso, de alucinaciones colectivas, es decir, percepciones de imágenes y palabras inexistentes que lectores y televidentes concebimos como reales?
(La mujer de Romualdo Tishudo, activista del PP, le pregunta:-¿Conseguiste chance en el Registro de la Propiedad? –Simón -¿De qué? –Especialista en Logística y Distribución de Documentos -¡¿Cómo así?! -Soy mensajero).