Cada día que corre y vuela se torna casi irresoluble la problemática del país, al menos, especialmente, en lo que hace a los aspectos sociales, económicos, de salubridad y de la politiquería en general.
Tenemos una situación de inseguridad personal y patrimonial que da horror; prevalece una crisis de tipo económico que va como en desatentada carrera; la mayoritaria masa popular empobrecida es pasto de toda una gama de enfermedades, y mucha gente muere por falta de adecuada atención del papá Estado en los hospitales y demás centros de salud establecidos, los cuales siempre andan cortos de camas, de medicinas y demás cosas que se requieren para dar eficiencia a los respectivos servicios; la política o politiquería de los grupos que han proliferado para dar rienda suelta a las ambiciones de mando y medro sin tasa en la superdesarrollada burocracia es la causante de muchos males que padece la sociedad, sobre todo los sectores a los que la decantada «democracia» no los rescata de los tremedales del infortunio.
Incuestionablemente, Guatemala está como condenada por los siglos de los siglos a seguir transitando en escabrosos caminos con los caites del subdesarrollo y con pesada cruz a cuestas.
Tan lamentable estado de cosas puede estar constituyendo campo fértil para que, entre la gente que carece aún de los más indispensables o mínimos satisfactores personales u hogareños, fructifique la acción de los demagogos de la politiquería del izquierdismo recalcitrante y, así, pueda caer fácilmente en sus redes.
Eso es lo que ocurre en los diferentes patios tercermundistas, donde únicamente los poderosos que viven en la opulencia, enarbolando raídas banderas de una «democracia» de varios rostros, pueden darse la gran vida, o sea entregarse al dolce farniente, no así los obreros y campesinos que rumian pobreza, dolor y tragedia.
En los estados socialistas o comunistas liberticidas, los gobernados-tiranizados sólo deben (¡deben!) acatar las órdenes -se cumplen, no se discuten- de los comandantes o líderes encumbrados, vitorearlos a pulmón lleno, como en coro, y pujan bajo pesado yugo a lo boyuno sin protestar por los atropellos a los derechos humanos, entre otros que son legítimos. (¡»Y quiotra»!), diría el «qualunque»…
Y cabe decir que, ante lo que acontece en nuestro solar, los gobernantes han sido incapaces de atenuar -¡de atenuar, siquiera!- las tremendas pesadillas que sufre la gran mayoría social desastrada.
El régimen actual, de la UNE, con don ílvaro Colom empuñando las riendas, se ve algo o muy impotente, podemos decir, para afrontar la grave problemática de referencia. Ofreció un orden de cosas positivo, justo, edificante. Anunció, el ahora timonel, durante la campaña electoral que le dio el triunfo, que en cien días rescataría de las garras de la inseguridad a los guatemaltecos, pero por muchos operativos policiales y militares que se han realizado, lejos de mejorar empeora la situación cada día, cada hora, cada minuto. Siguen de frente, muy campantes, los asaltantes, los amigos de lo ajeno, los corruptos, los sátiros, los asesinos de hombres, mujeres y niños. Oficialmente fue abolida la pena de muerte, pero los criminales de todo pelaje la aplican a cada rato y? ¡santos en «pax»! ¿O no es así, Juan Pueblo?
Sólo quienes ejercen poderío en la altura y en la llanura pueden hacer alarde de una existencia que transcurre con bienestar, con tranquilidad y con una seguridad que, a pesar de todo, no deja de ser bien relativa.
Esperemos, como quien dice desde galería, para ver qué sucede a lo largo de la incipiente jornada «social-democrática» de cuatro eneros; por ahora únicamente nos es posible observar y comentar, al influjo de nuestras inquietudes periodísticas, las realidades que se están viviendo en este suelo de la alegre patria centroamericana que unos liberticidas pretenden «enchufar» en la llamada «revolución bolivariana»…