Guatemala: un pueblo sumergido en el conformismo


Eduardo_Villatoro

El ambientalista australiano Paul Gilding, autor del libro The Great Disruption (El Gran Desbaratamiento), al referirse a los movimientos de protesta que se están registrando en distintas regiones del mundo y que se inició en España con el nombre de Los Indignados, sostiene que estas manifestaciones son una señal de que el sistema capitalista, obsesionado con el crecimiento, está llegando a sus lí­mites financieros y ecológicos.

Eduardo Villatoro

 


Gilding es citado por Thomas L. Friedman, columnista de The New York Times, Premio Pulitzer 2002, quien subraya que el australiano considera que  “Lo que tenemos ahora  es la madre de todas las promesas rotas. Los ricos se están volviendo más ricos y las corporaciones están registrando ganancias, al tiempo que sus ejecutivos reciben cuantiosas recompensas. Pero, en el proceso, la gente está acabando en peores condiciones” puesto que “muchos de los que trabajaron arduamente están desempleados, mucha gente que estudió es incapaz de conseguir un buen empleo; el ambiente está cada vez más dañado; y las personas se están dando cuenta de que sus hijos vivirán en condiciones incluso peores que las que les tocó a ellos”.
   Este razonamiento, aunque guardando las grandes distancias entre Estados Unidos y Europa, también se podrí­a aplicar a  Guatemala, donde las promesas de los polí­ticos, sobre todo durante el desarrollo de las campañas electorales, desde las más sensatas hasta las más descabelladas, no las cumplen cuando asumen los cargos de elección popular que disputan, lo que se ha constituido en un fenómeno recurrente, en el sentido de que cada cuatro años los aspirantes a ocupar posiciones del poder polí­tico plantean cualquier oferta electoral que se les ocurra a ellos o a sus partidos y asesores, a sabiendas que no estarán en capacidad de ponerlas en práctica.
   La pobreza en Estados Unidos se incrementa constantemente, al igual como sucede en Guatemala, aunque en diferentes dimensiones y escenarios, por razones fáciles de comprender, y el ambiente también se degrada en territorio guatemalteco como consecuencia de la ausencia de polí­ticas ambientalistas del Estado, la codicia desmedida de los grandes empresarios, la rampante corrupción en todas las escalas de la administración pública y la ignorancia de la población en materia de preservar los recursos naturales.
   Señala el experto australiano, que “Esta ronda de protestas (en diferentes  naciones industrializadas y algunos paí­ses en desarrollo) pudiera crecer o no, pero lo que no desaparecerá es la amplia coalición de aquellos a quienes el sistema les mintió y que ahora ya han despertado. No sólo son los ambientalistas, o los pobres, o los desempleados. Es la mayorí­a de la gente, incluida la clase media altamente educada, que está sintiendo los resultados de un sistema que registró todo el crecimiento de las últimas tres décadas y que fue sólo el 1% de la población”.
   Pero esa inconformidad sólo está latente en Guatemala y no inquieta a la aburguesada clase media “altamente educada” o medianamente instruida, y ni siquiera despierta la conciencia de la gran masa de la clase empobrecida o en ví­as de empobrecimiento, porque es un pueblo sumergido en el conformismo, aunque el sistema se los esté engullendo.
   (A sus alumnos de Ciencias Naturales de un colegio propio de clase media altamente educada, el profesor Romualdo Tishudo les pregunta: ¿Dónde se localiza la pantorrilla? Uno de los estudiantes responde: –Es parte del hueso más largo del cuerpo que es el fémur, que va desde el omoplato hasta la rótula).