Guatemala, un paí­s sin Estado


Desde el momento en que el presidente Berger declaró a su gobierno como incapaz para combatir la violencia y la impunidad, fue tácito al describirnos como a un paí­s sin un Estado soberano. En lo que a mí­ respecta, me declaro confeso de estar por primera vez de acuerdo con él, pues cuando en una nación no es posible hacer justicia, se pierde un valor muy ético de la ciudadaní­a, que es el valor de la soberaní­a. Hay Estados sin paí­ses, como el Estado de Palestina que aún no cuenta con fronteras internacionalmente reconocidas, nosotros en cambio, nos hemos convertido en un paí­s sin Estado. Esto a causa de carecer de respuestas contundentes a la corrupción, la delincuencia común y al crimen organizado, que para colmo, por causa de un sistema polí­tico obsoleto, a esto le hemos sumado un gobierno sin una polí­tica de Estado que enfrente a la violencia y las mafias, lo que nos ha convertido en una sociedad sin justicia, que vive sometida a la impunidad.

Guillermo Wilhelm

A causa de mi último artí­culo apoyando a la CICIG, recibí­ algunos correos ofensivos y en uno de ellos hasta me tildaron como a un guatemalteco sin ninguna dignidad, a mí­ no me importa lo que digan o lo que puedan pensar en este punto, mi responsabilidad es con mi propia conciencia y a la sociedad que pertenezco, y a Dios gracias ambas de nuevo se han armonizado manifestándose ahora en contra de la impunidad. Estos que me han condenado por expresar mi criterio, olvidan que éste se ha formado por las más duras evidencias. Qué esperaban, me pregunto, de un ciudadano que vive en una nación tomada por narcotraficantes, mareros, secuestradores, corruptores y que sumados a este desmadre están ahora los terroristas bancarios que asaltan a la gente pobre, y de observar hasta el cansancio el mutismo de un Estado que no ofrece ninguna respuesta. Estos solo son «individuos» convencidos de la necesidad de convertir en ley sus opiniones, y si pudieran hacerlo, también sancionarí­an como delito el criterio ajeno.

Pero a pesar del ví­a crucis guatemalteco que precedió al nacimiento de la CICIG, Guatemala ha dado ya el primer paso en contra de la impunidad. Debemos aceptar que si no se está en capacidad de hacerle frente a los problemas de violencia y criminalidad, resulta válido pedir ayuda a la comunidad internacional. Pero tampoco debemos engañarnos, si bien es cierto esperamos que esta instancia contribuya de manera significativa al fortalecimiento de nuestras instituciones estos dos años venideros, también entendamos que ésta tampoco representa la panacea para nuestros problemas de seguridad e impunidad en el paí­s. Lo importante para nosotros los guatemaltecos al final de cuentas, es lograr el fortalecimiento institucional y la capacidad del Estado guatemalteco para hacerle frente a las mafias y al crimen organizado enquistadas en la sociedad y en las esferas del Estado. ¿Por que? Porque tampoco resulta saludable depender de manera permanente de una comisión internacional. El desafí­o para la CICIG, es lograr avances contundentes en el fortalecimiento de las instituciones del Estado guatemalteco en los dos próximos años. Esta será la única forma en que esta instancia internacional justificará la prórroga para permanecer dos años más en nuestro paí­s.