Mi abuelo me contaba que era todo un espectáculo ver al dictador guatemalteco por 14 años, general Jorge Ubico, en su Harley Davidson, asiendo entre sus manos el timón que él mismo había diseñado. La expectación no era tanto por su recia personalidad uniformada, sino lo contrastante que resultaba ver a nuestra gente trabajadora literalmente montando mula para ir de un lugar a otro. Lo que son las cosas. Setenta años después seguimos en las mismas.
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Mientras el Presidente y sus ministros se exhiben encaramados en el último modelo de motocicleta, sin usar el chaleco que ellos mismos impusieron, Lipe de la zona 18 y Casimiro de la zona 6, dos humildes obreros, se disputan afanosamente el pescante de una vieja camioneta, si bien les va, porque los mareros con el poder autocrático que disfrutan, impiden la circulación del transporte colectivo, ante el riesgo que sus choferes y ayudantes caigan víctimas de sus balas asesinas.
Vean qué caso. Mientras el flamante Ministro de Gobernación está recibiendo de parte de la London School of Economics el informe Ending The Drugs Wars que brinda respaldo, dicen, académico, a la “brillante” idea de combatir el narcotráfico por la vía de la despenalización del mismo, aquí, en Guatemala, los pandilleros siguen matando parejas de hermanas; se descubren fábricas produciendo drogas hasta por tres toneladas mensuales o el recién estrenado paseo de la Sexta Avenida se volvió el sitio ideal para la libre comercialización o disfrute de las mismas. Pero los contrastes no se limitan a la inseguridad ciudadana. Mientras el presidente Pérez Molina monta un show visitando el Hospital Roosevelt asegurando que el abastecimiento de medicamentos está al 95 por ciento, los materiales para laboratorios al 85 y los insumos médico-quirúrgicos al 70, los pacientes clamaban a los reporteros por una botella de agua potable para ingerir sus medicinas, y el Hospital de Huehuetenango, lleva una semana cerrada la consulta externa, porque no hay modo que se resuelvan sus carencias y politiqueramente se sigan haciendo los nombramientos de su personal.
Ante tantas incongruencias ¿qué podríamos hacer? Ubico tuvo que renunciar. Serrano se fue volando. Portillo está preso. Concluyo entonces en que nada es imposible ante la buena voluntad de los chapines, aunque nos tilden de haraganes, dejados y aguantadores. Por eso pregunto: ¿No es hora de poner un hasta aquí para analizar y discutir si vamos a seguir en las mismas? Terminando de escribir estaba, cuando escuché en tonos desentonados el canto mariachi de “El Rey” y el desafortunado discurso a lo Evita diciendo: “soy afortunada por ser mamá postiza de 14 millones de guatemaltecos”. No cabe duda… suman y siguen los contrastes.