¡Guatemala feliz!…


Con estas sencillas palabras inicia el Himno Nacional de Guatemala. Un icono musical otrora tan respetado. Sin embargo, la realidad es otra… además de infelices estamos tan desorientados que hemos lastimosamente perdido el concepto de civismo, respeto y solemnidad.

Roberto Arias

Hace algunos años empezó a cantarse el Himno Nacional en un ritmo en nada identificado con Guatemala, su espí­ritu y sus costumbres; cualquier gritón o gritona lo repite ahora con ritmo de soul music o modern blues, tí­pico del sentimiento negro en Bourbon Street.

Precisamente en estos dí­as que se celebra la Independencia patria (¿?), han dado por manifestarlo en formas extrañas; tal el caso de una escuela que salió a danzar ritmos brasileños a las calles, otros montoneros que bailaban cumbias y ritmos caribeños y sudamericanos; por supuesto con el aval de las autoridades escolares…

Estamos mal: Civismo no es carnaval?

Hoy, como en ningún otro momento en la historia, civismo deberí­a significar reflexión, Patria deberí­a significar valores propios, celebración deberí­a ser regocijo con elegancia, gozo con clase y sobre todo? con ideales.

Hablo de lo que «deberí­a ser», hablo de modernizarnos en un sentido positivo, detenernos a pensar que no debemos ser copia barata de otros pueblos desorientados. Para modernizar a Guatemala debe apoyarse y lograrse el desarrollo del paí­s. Dentro de otras cosas debe pensarse que ya debemos dejar de quemar pom e incienso a esculturas de madera, incluyendo a Maximón y, quién sabe si no también al nuevo santo de los narcotraficantes, Jesús Malverde, a quien, en México, especí­ficamente en el Balneario de los Cabos, Baja California Sur, erigieron un altar, según constató la AFP. «Hoy ante tu cruz postrado, ¡oh Malverde!, te pido misericordia y que alivies mi dolor», dice la oración que ya se puede leer al pie del altar ubicado en una carretera cercana a Los Cabos.

Ya es momento que los guatemaltecos dejen de ejercer la santerí­a, en sus diversas formas de manifestación. Que los diferentes cultos inicien una reingenierí­a en sus doctrinas y que se apeguen a los textos bí­blicos que son la Palabra de Dios (como lo expresan todas las iglesias con vocación cristiana), es hora de que la educación enseñe a los niños y a los jóvenes a salir de los marcos; a pensar y no copiar, a construir y no destruir, a celebrar dignamente sin vulgaridad.

Para modernizar a Guatemala, debe dejar de pensarse en la utopí­a de una Guatemala multilingí¼e con idiomas vernáculos, porque jamás podremos comerciar o interconectarnos de manera alguna con los japoneses, alemanes, chinos, gringos, italianos o franceses en idiomas quiché, mam, zutuhil, pocomam, pocomchí­ o cualquiera otra de las veintitantas lenguas aborí­genes que se hablan en Guatemala. Ya pasó el momento de perder el tiempo. Ahora hay que abreviarlo. Los idiomas internacionales para elevarnos culturalmente, comerciar, transferir tecnologí­a, etc. son inglés, español, italiano, francés, alemán y otros, más o menos en ese orden.

Patria no es tomar cerveza, llevar antorchas y agitar banderitas azul y blanco en el contexto nacional para el 15 de septiembre, con el elemental «sueño» de un mejor paí­s.

Llegó el momento de ponerse al dí­a, estudiar, planificar, aprender, crecer en conocimiento y espí­ritu. Debemos tener ideales de mejorar -no delirios de grandeza- y debemos trabajar y ahorrar con tesón para acrecentar nuestro propio capital cultural.

Celebremos edificando, PATRIA NO ES CONVITE.