Guatemala: Eterna primavera, eterna tiraní­a


Portada del libro

El Centro Cultural de España les invita a la presentación del libro «Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiraní­a», mañana a las 17:00 horas, en el Centro Cultural de España (Cuatro Grados Norte). Posteriormente se llevará a cabo la inauguración de la exposición bajo el mismo nombre, con la participación de la autora, Jean-Marie Simon, a las 19:00 horas en el (Ex) céntrico, 7ª avenida 12-32, zona 1. Entrada libre

Redacción Cultural
lahora@lahora.com.gt

Vendedor de granizadas, Centro Cí­vico, zona 4, Ciudad de Guatemala. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONFamilia, Baja Verapaz. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONEsperando al Papa, Campo de Marte, Ciudad de Guatemala. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONHombre carga leña y niño enfermo es llevado al Centro de Salud local ubicado a ocho kilómetros de distancia, San Martí­n Jilotepeque, Chimaltenango. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONJoven guerrillero capitalino, zona 5, Ciudad de Guatemala. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONMario Sandoval Alarcón, lí­der del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), rodeado de guardaespaldas locales e internacionales, Esquipulas, Chiquimula. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONMujer combatiente de la ORPA, Sololá. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMONVinicio Cerezo y su esposa, Raquel, en el baño de su casa, después de su victoria en noviembre de 1985, zona 10, Ciudad de Guatemala. FOTO LA HORA: JEAN-MARIE SIMON

El Centro Cultural de España en Guatemala presenta una selección de las 152 fotografí­as que fueron presentadas por primera vez en el ya mí­tico libro de Jean-Marie Simon «Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiraní­a».

Publicado originalmente en 1988, éste contení­a una serie de imágenes, tanto de la capital como del interior, tomadas por la fotógrafa estadounidense en los peores años del conflicto armado interno y que retrataban, de forma elocuente y cruda, la difí­cil realidad que se vivió en esos años en Guatemala.

Ahora, en ocasión de la reedición del libro por parte de la Fundación Soros, se exhibe en (Ex) Céntrico una muestra que reúne algunas de las mejores imágenes de esta colección. Producidas antes de la era del «Photoshop», las imágenes son auténticos espejos de situaciones cotidianas en la Guatemala de los 80s.

En palabras de Jean-Marie Simon: «Para 1980, cuando viajé a Guatemala por primera vez, el paí­s ya se habí­a convertido en uno de los principales focos de interés debido a una serie de sucesos alarmantes. En 1979, la huida del dictador nicaragí¼ense Anastasio Somoza impulsó el triunfo Sandinista dí­as después. En El Salvador, en cambio, el conflicto era sostenido y tenaz: en 1980 fuerzas militares mataron a miles de personas, incluido un reconocido Arzobispo capitalino. Los eventos en estos paí­ses eran visibles y palpables. En cambio, en Guatemala la situación era equí­voca. A primera vista, el ambiente de la ciudad parecí­a normal: vuelos diarios hacia Miami; comercio informal en plena Avenida Bolí­var; cohetes de madrugada anunciando otro alegre cumpleaños y hippies paseando por las calles de Panajachel.»

«Paralelamente, sin embargo, Guatemala estaba siendo hendida por una irrefutable represión estatal: «guerra civil» para unos y «enfrentamiento armado interno» para otros. Amnistí­a Internacional (AI), en 1981, acusó al régimen militar de dirigir un «programa gubernamental de asesinato polí­tico», lo cual provocó al entonces alcalde a acusar a AI de truncar el turismo en Guatemala. En realidad, la normalidad era sólo aparente porque Guatemala viví­a bajo un estado de sitio no declarado. Los vuelos sí­ llegaban, pero casi vací­os. Los cines pasaban pelí­culas violentas, pero las de tendencia liberal eran prohibidas. Los cohetes de madrugada se confundí­an con ráfagas de ametralladora y los polí­ticos tachados de izquierdistas se compraban Cherokees negros con vidrios polarizados para confundirse con los secuestradores», concluye Simon.

El paí­s vivió, durante esa década, uno de los episodios más brutales de su historia reciente. Los asesinatos polí­ticos, la destrucción de aldeas enteras y la desaparición forzosa fueron sólo algunos de sus efectos. En el fondo, la guerra destruí­a a un paí­s que hasta el dí­a de hoy sufre las consecuencias de esta debacle. 20 años después, estas imágenes conservan su vigencia y su papel como recordatorio para los que la vivieron, pero también como informadoras de los hechos para los que eran muy jóvenes.

SOBRE EL LIBRO

En los años 80, una valiente fotógrafa estadounidense retrató una Guatemala tan difí­cil de olvidar como dolorosa hoy de recordar.

Las fotografí­as de este libro impresionante, indispensable y conmovedor son una forma a veces delicada y otras muy brutal, de retomar la conversación que deberí­amos mantener con nuestros fantasmas individuales y colectivos.

La edición en inglés estuvo agotada demasiado tiempo, pero finalmente tenemos una edición en español, ampliamente mejorada y muy cuidada de un libro que todo guatemalteco debe leer, porque conoce la historia que en él se cuenta.

Las fotografí­as que se presentan en esta exposición, Guatemala: Eterna Primavera, Eterna Tiraní­a, fueron tomadas entre 1980 y 1988. Ellas reflejan el apogeo del terror estatal, tanto rural como capitalino, que marcó aquella década.

REFLEXIí“N Las imágenes del libro


En 2010, después de sucesivos gobiernos civiles, ha habido un progreso selectivo. Uno puede protestar sin miedo a ser tirado en la orilla de la carretera. En el campo, se han desmantelado las aldeas modelos. Ver a un soldado uniformado provoca, si mucho, curiosidad en vez de zozobra. No hay jueces encapuchados, y los responsables del asesinato de un Obispo han sido enjuiciados.

Por otra parte, no ha habido ni investigación ni juicio de la gran mayorí­a de los crí­menes polí­ticos, y con pocas excepciones, los responsables andan libres. Además, Guatemala padece de otro tipo de terrorismo, uno donde la violencia y el narcotráfico son maldades inseparables y pandémicas: ser piloto de autobús es arriesgarse la vida, mientras subir a un bus implica casi lo mismo. Y en medio de esta nueva violencia, la pobreza y la corrupción – dos realidades estrechamente ligadas – siguen predominando el panorama nacional.

Las fotografí­as de este libro no pretenden ofrecer ni profunda perspicacia con respecto al pasado ni soluciones a los graves problemas de hoy en dí­a. Al mismo tiempo, y quizá su máximo valor, es que no mienten, y ofrecen la posibilidad de reflejar sobre lo que fue y lo que no debiera volver a suceder.

El Conflicto Armado Interno supuso la muerte y exilio para centenares de miles de guatemaltecos. La acción contrainsurgente estuvo dirigida a eliminar a cualquier oposición que se percibiera al poder militar establecido, fuera ladina o indí­gena. La guerra significó además una clara estrategia para la eliminación de grupos socioculturales completos; supuso la práctica consciente del genocidio como expresión extrema del racismo y como sistema radical de destrucción de colectivos humanos enteros.

En este libro se pretende abrir espacios de reflexión y propuesta acerca de la conciencia colectiva y el ejercicio de la colectividad como pueblo y como cultura o alianza de culturas, para la construcción territorial en el marco de los derechos humanos colectivos.

Descubrir qué fue lo que originó la guerra es analizar el problema que gira alrededor de la construcción territorial, es decir en los obstáculos que no permiten a las comunidades del paí­s de tener el poder de decisión sobre lo que sucede en su territorio y desarrollarlo según los principios y valores de su cultura y mediante sus formas propias de organización.

Estos obstáculos encuentran su origen en factores estructurales, es decir en el sistema polí­tico-normativo que establece cuáles son las reglas del juego en Guatemala y cómo deben de ser las relaciones de poder; dictan quién manda y quién tiene que obedecer. Cuando estos factores estructurales se encuentran en una situación crí­tica y colapsan y el Estado lleva a cabo acciones para mantenerlos, se genera violencia polí­tica, tal y como sucedió en el Conflicto Armado Interno.

La perpetuación de las desigualdades estructurales no permite a las comunidades tener el poder para tomar decisiones sobre el desarrollo de su territorio, hace ilegales las formas de organización propias de su cultura y no permite la participación de sus representantes en la vida polí­tica del paí­s. Eso nos pone en una situación incluso más violenta que la sufrida durante la guerra y en una distribución del poder claramente desigual. Las desigualdades estructurales, verdaderas detonantes del Conflicto Armado Interno, siguen hoy plenamente vigentes en el paí­s.