Guatemala está muy lejos de ser una ciudad ideal


Me encantó la frase acuñada por el «Bolo» Flores: «Escribir es soñar despierto. O más bien, inscribir en un papel lo que siempre se sueña despierto». Por ello esta vez trato el apasionante tema de lo que tendrí­amos qué hacer para dejar de ser un «recogedor de basura» en lugar de la otrora «tacita de plata». De mi niñez para la fecha la capital creció desordenadamente, alguien asegura que hemos sobrepasado la cifra de los 3 millones de habitantes sin contar la flotante, sin espacios públicos, atiborrada de vehí­culos automotores, con í­ndices de delincuencia cada vez más alarmantes, sin lugar dónde transitar a pie, mucho menos en vehí­culo pues hasta el mentado Transmetro vino a generar más embotellamiento del tráfico al no haber incentivos para que el ciudadano deje de usar su carro. En fin, todo parece indicar que vamos hacia el 2020 con una población estimada en 5 millones por el camino equivocado.

Francisco Cáceres Barrios

Claro que es responsabilidad del alcalde municipal desarrollar un plan perfectamente bien coordinado, pero está visto que desde la época de Manuel Colom Argueta no hemos podido ver uno solo que tenga la visión correcta para que puedan existir sitios adecuados para estacionar vehí­culos, proyectos habitacionales bien hechos, ordenar correctamente el tráfico, que se maneje bien la basura, como proporcionar suficiente y bien distribuida agua potable, así­ como cubrir tantas más carencias y necesidades de una población que se ahoga entre una ascendente contaminación ambiental, calles destrozadas, pero siempre con el desbocado interés por captar recursos, al punto, que hasta antojadizamente el jefe edilicio valora la propiedad privada a su sabor y antojo.

Mucho se habla de estar «recuperando» el Centro Histórico, como de querer hacer una ciudad más humana. Siempre me he preguntado ¿qué quieren decir con esto? Porque para mí­ eso debiera empezar con evitar el contagio de todo tipo de enfermedades, que el sistema de drenajes funcionara eficazmente y hasta que la gente cuando camine por las aceras (si es que existen) no corra el riesgo de romperse la crisma al dar el primer paso. ¿Pero si no lo hace Su Muni, quién podrí­a hacerlo, sabiendo que nuestros polí­ticos, son prolijos en hacer promesas pero pésimos para cumplirlas? Así­ como existen proyectos e ideas para reformar la Constitución aduciendo que el sistema no funciona, ¿no debiéramos empezar por educar a nuestra población para lograr el respeto de las normas de buen comportamiento humano? Dejo hasta aquí­ la inquietud, para que en próximas entregas pueda seguir tratando tan vital como importante asunto. Pero antes de decirles hasta la próxima, ¿por qué no empezar hoy mismo a no tirar basura en cualquier parte, detenernos totalmente ante la luz roja del semáforo y respetar los lí­mites de velocidad? Si alguien encuentra una excusa para no acatar algo tan sencillo, piense, ¿la solución del problema no está en nosotros mismos?