Daniel Alarcón Osorio
El teatro en mi formación de ciudadano y de escritor, ha sido determinante. La profundidad social, política, cultural, que los maestros han realizado, hace tener una deuda con ellos: Manuel Galich, Carlos Solórzano, Manuel José Arce, Hugo Carrillo, Miguel íngel Asturias Rosales. Carlos Solórzano, es el único vivo y radica en México.
El teatro para niños se me hacía extraño, porque siempre lo hacen moralizador y didactizante; hasta que mi percepción cambió al ser invitado a presenciar «Tierra de Leyenda».
«Tierra de Leyenda», obra escrita y dirigida por Ricardo Martínez, realizó una fusión interesante de literatura, historia, títeres, música, baile, arquitectura, pintura, cine, haciéndola entretenida y amena para todo público, aportando una visión de lo nacional con sobriedad, mostrando lo que somos y partir de ahí en la construcción desde lo cultural de lo guatemalteco.
En la premier de «Tierra de Leyenda», Guillermo Ramírez Valenzuela, también actor y director de teatro, dijo: «Bertolt Brecht, decía que un pueblo sin teatro es un pueblo sin voz». Vos, Ricardo, sos el Bertolt Brecht de los niños de Guatemala. De lo sentido, experimentado y escuchado, surge la siguiente entrevista.
Daniel Alarcón: Dos décadas en teatro para niños, impresiona, ¿cómo te sentís?
Ricardo Martínez: Hará algunos meses, en una de mis clases, hice referencia que en las mismas aulas de la Facultad de Humanidades, Universidad de San Carlos de Guatemala, había tenido el enorme gusto de recibir clases y haber conocido a uno de los mejores dramaturgos guatemaltecos (el maestro Manuel José Arce), y que eso había sido motivo de enorme satisfacción y que me enorgullecía contarlo aquella noche a mis alumnos.
Recién hace un par de semanas al concluir una de mis funciones, se acercó uno de mis alumnos, y me dijo que él ahora tenía, al igual que yo en su momento, la satisfacción y orgullo de haber conocido a otro de los mejores dramaturgos guatemaltecos y que lo podría contar cuando a él le tocará dar clases. Después de veinte años, lo único que he hecho ha sido expresarme sobre el escenario, tratando que sea de la mejor forma posible, buscando la consecución de un hecho estético.
He tratado de dar lo mejor de mí mismo. He sido genuino, y si eso me hace merecedor de reconocimientos, que bueno. Me alegro por ello, me satisface y me compromete a seguir por ese camino en la búsqueda de la excelencia. Digo, lo que Neruda: tengo que confesar que he vivido.
DA: Por qué el nombre de Grupo Diez Junior.
RM: El Diez Junior es una pura extensión del Grupo Diez, (el Diez «viejo» fue fundado en 1971, por Ricardo Mendizábal, entre otros).
Ese grupo, el Diez, al cual me incorporé en 1982, venía del TAU, donde estudié teatro, y después de una estadía en México el maestro Adolfo Hernández ( ) me ofreció un papel actoral en el Grupo Diez, en la obra «El proceso a Jesús» de Diego Fabri.
A esa obra vinieron otras en las que participé como actor invitado: «Romeo y Julieta» de Shakespeare, «El Juego que todos jugamos» de Alejandro Jodorowski.
Luego, fui aceptado como miembro de planta del Grupo Diez en 1985, siendo para ese entonces los integrantes: Julio Díaz, Ricardo Mendizábal, Salomón Gómez y yo. Una de las primeras tareas que se me encomendó fue la de poner en el escenario del teatro GADEM (la sede permanente del Grupo Diez), una obra para niños, pero diferente.
«Lo diferente» que me solicitaron, decidí que fuera en cuanto a la dramaturgia; es decir, desde su concepción y desde ese entonces estoy en la búsqueda de un teatro que corresponda a la niñez guatemalteca, en donde no hay ni príncipes ni hadas que les resuelvan sus problemas.
Corría junio de 1987 cuando fueron concluidas 27 cuartillas de algo que podrían ser los apuntes de un trabajo teatral. Este legajo quedó al olvido por varios meses, hasta que buscando alguna otra cosa, fue reencontrado, releído y posteriormente presentado al maestro Hugo Carrillo ( ), quien al paso de tres o cuatro días, me lo devolvió diciendo que, previas correcciones, valía la pena terminarla. Lo cual se hizo, y finalmente estas cuartillas se convirtieron en un libreto, corría el mes de septiembre de ese mismo año. Como se acostumbra, los libretos son sometidos a la aprobación de un director teatral, si a éste le motiva, es seguro que la obra subirá a escena.
«Los libros hablaron» tuvo un camino largo y azaroso. El primero de los directores de teatro para niños, de moda por aquel entonces, la devolvió a los quince días, sin siquiera leerla, y, el otro, segundo en la lista, ni siquiera la recibió al saber la autoría de aquella. ¡Qué bueno que así lo hicieron ambos!
Esto obligó a su autor, más por orgullo que por otra cosa, en subir a escena a «Los libros hablaron» contra todo lo que pudiera oponérsele; si no tenía director, la dirigiría él mismo; pero, ¿se puede ser director teatral así nada más? La respuesta es que no… Pero sí se puede al haber sido actor, luminotécnico, escenógrafo y asistente de los mejores y más experimentados directores de aquel entonces, y esto fue lo que sucedió. Tenemos, para este momento, una obra, su autor y un director. Solo falta llevarla a escena.
Para llevar una obra a escena se requieren de algunos elementos entre los que son indispensables los actores y el espacio físico, entendido por esto último un escenario con butacas enfrente, es decir un teatro.
«Los libros hablaron» tuvo la suerte de ser bien recibida por los personeros del Grupo Diez, Ricardo Mendizábal y Julio Díaz, quienes le abrieron de par en par las puertas del GADEM. Se le dio espacio para presentarse y los fondos para su producción. Ahora sólo hacían falta los actores. Buscando y rebuscando se logró integrar un grupo de jóvenes, la mayoría, que al igual que el autor andaban a la búsqueda de una oportunidad y con el firme deseo de confirmar sus talentos.
Los primeros en llegar fueron Edwin Roberto Alvarado, Mario Roberto Galdámez, Manuel del Cid; como diseñador de escenografía y de todo lo gráfico, Carlos Molina (Peluche); las coreografías a cargo de la balletista Sonia Marcos; el montaje se encargó a Marco Antonio Castro; luego llegaron, provenientes de Kodally, Lucrecia Sagastume y José Alfredo Chang Lou; uno de los últimos en aparecerse, quién sabe de dónde, fue Ricardo de la Roca.
Durante el montaje hubo la necesidad de esculpir alguna parte de la escenografía y se integró al equipo Fernando Farfán. Los anteriores, más el director, son los diez fundadores de este grupo al que decidieron llamar Diez Junior.
La obra, a manera de regalo de cumpleaños para su autor/director, subió a escena el 25 de septiembre de 1988 y estuvo en cartelera por espacio de tres meses. Como colofón de esta parte de la historia, se hizo acreedora al premio Opus del Patronato de Bellas Artes como mejor obra de teatro para niños de ese año, así como a la Medalla de La Revista de Naciones y al Premio de la Sociedad Dante Alighieri, en la rama de teatro.
Si quisieras que resuma la respuesta tendría que decir lo apuntado por Ricardo Mendizábal en 1988: Nos llevó muchos alegatos decidirnos a presentar una fracción del grupo bajo el apelativo de Junior, pero decidimos dejarlo como una búsqueda de identidad de cierto «lienzo» llamado Ricardo Martínez.
DA: Una pregunta obligada, son los mismos actores o…
RM: Buscando y rebuscando, se logró integrar un grupo de jóvenes, la mayoría, que al igual que yo, andaban a la búsqueda de una oportunidad y con el firme deseo de confirmar sus talentos. Ya mencioné quiénes fuero los primeros en llegar. Ahora, sin la menor intención de dejar sin mencionar a alguien, podría referir a Carlos Rodríguez Franco, Ana Elisa Vizcaíno, Flora María Méndez, Carmina, Valdizán, Luis Pedro Paz, Sara Regina Paz, Scarlett Luna, Sergio Luna, Delia Vigil, Francisco Almorza, Enrique Monsreal, Gloria Ramírez, Brenda Rodríguez, Karla Dardón, Lily Calderón, Indira Chinchilla, Tito Arriola, Blanca Morales, Roxanne Ventura, Jairón Salguero, Eduardo Ortiz, Juan Carlos Luna, Luis Ernesto León, Flor María Díaz, Otto Fernández, Luis Santana, Waleska Pineda, Gaby Contreras, María del Rosario Furlán, Emmy Barrios, Marisa Raquel Ortiz, Diego Lehnnoff, Pamela Santana, Luis Rubén Santana, Carmen Lucía Orellana, Víctor Rosal, Silvia Herrera.
De los integrantes originales, quedan como miembros activos del grupo: Mario Roberto Galdámez, Sergio Rafael Paz, Sonia Marcos y yo. Hace algunos años se han agregado como miembros de planta: Bitty Herrera, Pablo Alejandro Paz y Brenda Santizo.
DA: Cuál línea actoral, seguís como Director.
RM: Si me lo preguntás como una cuestión de dirección, te tendré que decir que participé del método vivencial, es decir, el método de Stanislavski, aquél en el cual el actor o actriz tiene que creer en lo que está interpretando para así poder hacer creer al público que está sintiendo o «viviendo» lo que interpreta.
Esto es lo que pido a mis actores cuando les asigno los papeles que les toca interpretar; por supuesto que llevo la enorme ventaja que soy al mismo tiempo el autor de cada uno de mis montajes y eso me ayuda a que con su apoyo (de los actores), podamos construir sus personajes.
A nivel de puesta en escena, estoy plenamente convencido de que cada uno de los elementos que ponés en el escenario fue puesto ahí para contribuir a la consecución del macro objetivo que es la obra de teatro. Cada elemento escenográfico, de utilería, musicalización, sonidos, maquillaje, etc; está ahí, sobre el escenario para contribuir con la tarea del director en cuanto a decir lo que el autor quiso decir en su texto, según la teoría de Gordon Craig.
DA: Hacia dónde camina Grupo Diez Junior, luego del XX aniversario
RM: A hacer teatro en serio. Me explico? desde hace 27 años he trabajado en una conocida institución bancaria, en donde he aportado mis energías para conducir las actividades culturales de la misma, después de ese prolongado espacio de tiempo, considero que ya es tiempo de dedicarme a lo que realmente soy: «un teatrista», y dedicarle más de mi tiempo, energías y talento a hacer teatro, pues a la larga esa actividad es la que me ha producido más satisfacciones y creo que es la hora de devolverle un poco de todo cuanto me ha dado, a eso me refiero a hacerlo más en serio. Entiéndase dedicarle más tiempo. El tiempo que le corresponde y que se merece.
Las puestas en escena del Grupo Diez Junior, son:
1. Los libros hablaron, 1988.
2. El cofre encantado, 1989.
3. San Nicolás y un pastor de barro, 1990 (adaptación a la obra de Manuel Galich).
4. Frankie, el monstruo, 1990.
5. Un lugar especial, 1991.
6. Un lugar especial, II temporada, 1992.
7. Los colores del árbol, 1993.
8. Los colores del árbol, remontaje 1994.
9. Planeta de ensueños, 1994.
10. La caja de cristal, 1995.
11. El flautín, 1996.
12. La armonía y la paz, 1996.
13. Marcelino pan y vino, 1997 (adaptación a la obra de José María Sánchez Silva).
14. Marcelino pan y vino, remontaje 1998.
15. Nunca más, 1998 (adaptación del poema El cuervo de Edgar Allan Poe).
16. Los libros hablaron, II temporada 2003.
17. En la jungla de Alau, 2004.
18. La leyenda del tesoro escondido, 2005.
19. Las aventuras de don Quijote, 2006.
20. Tierra de Leyenda, 2008.