El color, las canciones, los regalos o quizá los mítines y discursos que promueven la «seguridad», «justicia» y sobre todo la «inclusión» parecen ser las determinantes para que jóvenes en capacidad de emitir sufragio, se inclinen por determinados candidatos.
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En una página de Internet, publicitada por todos los medios de comunicación nacional, se abrió un espacio dedicado a la juventud guatemalteca. El sitio, como muchos otros, cuenta con secciones de supuesto interés para este «nicho», término como la mayoría de partidos políticos suelen catalogar a la juventud en estos días.
Algo que llama mucho la atención es que la mayoría de espacios se encuentran inhabilitados o en mantenimiento, a excepción del de comentarios.
En ese apartado quedan plasmadas las expresiones juveniles, que van desde peticiones para terminar con los pandilleros y la delincuencia, piropos para candidatos a una curul, y hasta quién se hace pasar por otro candidato a la presidencia, quien confiesa que a escondidas de su esposa «votará con mano firme».
La mayor parte de comentarios superficiales no dan paso al debate y mucho menos al análisis de inquietudes y propuestas de este sector, que como sería lógico pensar, es el objetivo de un espacio así.
Según una encuesta ha pedido del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y recientemente publicada, un 69.6 por ciento de jóvenes entrevistados cree en el voto como herramienta para el desarrollo del país.
¿Pero el voto para quién?, acaso para el menos malo, para el que prometa y jure y perjure que será honrado, que acabará con la inseguridad, que encerrará incluso a los padres de los pandilleros, que dará comida a todos, que no será corrupto y que no servirá a dueños ni patrones.
Como jóvenes ciudadanos es deber cívico y compromiso con nosotros mismos, el identificar y desbaratar discursos, preguntar, investigar, documentarnos, conocer los planes de gobierno e historial de cada aspirante a dirigir un cargo público. Ya basta de pecar de ignorancia, de seguir esperando que las cosas cambien o se encaucen por sí solas.
Hemos tenido suficiente de dictaduras militares, de finqueros y azucareros que velan y seguirán velando por los intereses de la clase a la que pertenecen.
Este 9 de septiembre tenemos una oportunidad única. Este es un llamado a votar, a pronunciarnos y canalizar la resistencia y rebeldía a través del sufragio, de dejar la apatía y el individualismo que nos invaden, de aspirar a un modelo de sociedad diferente, uno comunitario, verdaderamente incluyente, justo y solidario.