Daguimar de Silva cumplió 14 años de condena por robo y asesinato, le faltan 11 para salir libre, pero vislumbra un futuro mejor desde que se incoporó a Daspre, un taller de artesanías organizado entre reclusas por la Fundación de Amparo al Preso (Funap) de Sao Paulo.
Daguimar tiene 43 años y cuatro hijos de 27, 25, 16 y 14 años. Las mayores están casadas y le dieron tres nietos. Al único varón, de 16, lo reencontró el último Día de las Madres «y fue un momento mágico», confesó. A la menor no la conoce porque, señala, aún no está «preparada».
Ella y Elizabeth Oliveira, también de 43 años, se levantan a las 04H30, desayunan y viajan, sin custodias, desde la cárcel de Butantán, suburbios de Sao Paulo, para llegar a las 07H00 a Daspre, región céntrica de la ciudad, en la sede de la Funap.
Desde inicios de mes, con otras 13 presas, trabajan hasta las 17H00 fabricando carteras de telas, cajas de regalos (para Navidad, Pascua y otras fechas) y sandalias de playa. «Tenemos que regresar al presidio a las 20H00, si llegamos más tarde perdemos esta oportunidad», detalla Daguimar.
Elizabeth cayó por robo y fraude; hace dos años que está presa y le restan cumplir otros dos años. Tiene dos hijos, una mujer de 20 (que le dio una nieta de 21 meses) y un varón de 18. «Ambos viven con mi hermana, y están contentos con mi trabajo en Daspre», dijo con orgullo.
Después de «Daslu», centro comercial de alto lujo en Sao Paulo, y de «Daspu», marca de moda de las prostitutas de Río de Janeiro, la idea de crear «Daspre» (apócope de «de las presas») fue de la directora de Funap, Lucía Casali.
«La Funap (fundada hace 31 años por el gobierno de Sao Paulo) debe contribuir al proceso de inserción social de los presos, brindando asistencia jurídica, laboral y educativa», recordó Casali, que fue promotora de justicia por 25 años, y desde hace dos está al frente de la fundación.
De los 160.000 presos del estado de Sao Paulo (incluidas 6 mil mujeres), 40 mil trabajan y 16 mil estudian (cursos de alfabetización, de primaria y secundaria) bajo supervisión de Funap. Además miles de lectores usan 113 salas de lectura y bibliotecas de la fundación ubicadas en las cárceles.
En la sede de Funap trabajan 45 presos, incluidas las 15 de Daspre. «La iniciativa de tener una grifa propia fue para crear alguna cosa que les diera marketing», argumentó Casali.
Las seleccionadas debían ser costureras e hicieron cursos de bordado y artesanía. Reciben 315 reales mensuales (unos 135 dólares), descontados aportes jubilatorios, más vales para el almuerzo y el transporte desde las cárceles.
El dinero «pueden usarlo para gastos personales, para mandar a las familias o hacer una caja de ahorro», explicó la directora. El entusiasmo de las presas por su actividad hace que «todas acaban dando ideas en el proceso creativo», añadió.
Casini prevé crear 15 talleres en 2009 en todo el estado. «Pienso abrir más de una Daspre por mes», proclamó.
La producción se vende en puestos de Funap: «La idea es que se cubran los gastos y haya ganancias para financiar la actividad del año próximo», señaló.
Para las mujeres liberadas «pienso crear una cooperativa para que continúen trabajando». A Elizabeth le gusta le posibilidad: «Con lo que aprendí aquí puedo hacer mucho, porque nosotras aportamos ideas. Trabajar es la fase buena del sistema (carcelario)», destacó.
La reincidencia entre quienes recuperan su libertad es de 58%, pero «quien consigue respaldo no vuelve a la prisión. El que vuelve es porque salió sin herramientas ni la preparación necesaria», aseguró la directora.
Para Casali, las presas necesitan más ayuda pues «75% son abandonadas por sus maridos cuando caen presas», y deben «volver a casa como jefas de familia».
«Yo sufrí mucho en la cárcel, era muy rebelde y era castigada. Me excitaba la aventura. Gracias a Dios salí del crimen. Pero viví la experiencia de las madres que pierden sus hijos. Ahora esto es muy positivo, por el trabajo y por saber que mi familia me apoya», aseguró Daguimar.