Grandes maestros de la música clásica: Wolfgang Amadeus Mozart


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En la historia de la música, ocupa Wolfgang Amadeus Mozart un lugar único y especial. Es el genio natural de la música más asombroso que ha existido a excepción de Juan Sebastián Bach. Nunca antes hubo una mentalidad musical como la de él, y quizá nunca volverá. Si en sus tiempos hubiese habido el conocimiento psicológico y anatomo-fisiológico con que hoy se cuenta y se hubiera hecho un estudio de su cerebro, de sus células anatómicas y fisiológicas con el resto de los mortales.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


Asimismo, debió haber sido psicológicamente, un individuo diferente. Puede decirse que Mozart no aprendió música, ya la sabía.  Pero antes de continuar es preciso rendir tributo a Casiopea esposa dorada, quien es canto de golondrina y ternura de alba, aroma invisible y viento constelado.
    
Asombraba a los músicos profesionales cuando a la edad de cuatro años, sin preparación ni estudio previo, se acercaba a un grupo de graves y solemnes músicos que tocaban un cuarteto y con su pequeño violincito se ponía a tocar de oído puro la parte que le correspondía al violín primero; y esto sin leer la particella y sin haberla oído anteriormente.  En su mente, de una manera natural e inconsciente, se organizaban los sonidos que correspondían a lo que se estaba interpretando y él sin haber estudiado violín, simplemente lo tocaba.  Esto sucedió una vez que su padre ejecutaba un cuarteto con otros músicos y así se descubrió la maravillosa e increíble genialidad de Wolfgang niño.

Cuando en Londres, a los siete años de edad se presentó tocando algunas de sus propias composiciones, entre ellas conciertos para piano y pequeñas piezas de un solo movimiento, los músicos más prestigiados  dudaban de que realmente aquel pequeño niño fuera el autor de tales obras que, aunque elementales, eran de excelente buen gusto y de técnica correcta.  Por este motivo hicieron una prueba en la cual se encerraron en una habitación con el pequeño prodigio: en el piano propusieron un tema y pidieron al niño que hiciera algunas variaciones sobre él mismo.  Ante el asombro de todos, Mozart niño improvisó series y series de variaciones sobre el tema propuesto, todas complicadas, todas perfectas, todas de excelente buen gusto, de acuerdo con conocimientos teóricos que, en otra persona, hubieran requerido largos años de estudios y una madura inteligencia.  Los maestros, con lágrimas en los ojos, abrazaron al niño, sin poder creer lo que estaban viendo.
 
Años más tarde, cuando era un adolescente de escasos catorce años, en un viaje a Roma con su padre, solicitó a la Biblioteca del Vaticano la partitura del Miserere mei Deus de Gregorio Allegri, un antiguo compositor del siglo XV, con objeto de estudiarla.  Esta obra se cantaba en Roma solamente durante las festividades de la Semana Santa y estaba prohibida su difusión, copia o préstamo.  Con base en esta prohibición se le negó a Mozart la obra solicitada y no pudo estudiarla.  Entonces el joven Mozart, sin insistir marchó a la iglesia donde, el Viernes Santo, era ejecutado el Miserere y tranquilamente se sentó a escucharla.  Al terminar volvió a su casa, tomó pluma, tinta y papel y transcribió la obra completa con sus ocho partes, con la particella de cada una de las voces en su coordinación correcta y con las partes cantadas para coros y solistas.  Al día siguiente, volvió a escucharla para hacer algunas pequeñas correcciones.  Esta es una hazaña increíble e imposible para una mente normal, revela una mentalidad musical fotográfica de la que no existe otro ejemplo en el campo musical mundial