Grandes desafí­os ambientales esperan al próximo presidente


Dilma Rousseff, candidata oficialista en Brasil, posee una amplia ventaja y se prevé que gane la Presidencia. FOTO LA HORA: AFP Jefferson BERNARDES

El próximo presidente de Brasil deberá enfrentar grandes desafí­os ambientales: reducir masivas emisiones nocivas al clima, explotar de forma sustentable los yacimientos petroleros descubiertos en su costa, y hasta una Copa del Mundo «verde», temas que ganaron relevancia con una candidata ambientalista a los comicios del 3 de octubre.


«El gran desafí­o del próximo presidente será no retroceder en la lucha contra la deforestación y aplicar el compromiso asumido por el actual gobierno de reducir las emisiones de carbono en cerca de 40% hacia 2020», dijo a la AFP el especialista del instituto de Investigación Ambiental (IPAM) Paulo Moutinho.

El próximo mandatario también abordará la explotación de los grandes yacimientos petroleros en aguas profundas que prometen convertir al paí­s, conocido por sus selvas y biocombustibles, en un gran exportador de crudo. Y además enfrentará la preparación de la Copa del Mundo 2014, que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva prometió que será «verde».

Una de las grandes economí­as emergentes del planeta y también uno de los principales emisores de gases que provocan el calentamiento global, Brasil tiene en sus manos la posibilidad de una significativa reducción de las emisiones reduciendo la deforestación, como hizo en los últimos años, y reconduciendo su industria y agricultura en expansión.

«Brasil deberí­a ser ejemplo de economí­a verde y el próximo presidente deberí­a poner la sustentabilidad como centro del modelo de desarrollo. Pero eso no lo vemos en las propuestas de los principales candidatos», dijo a la AFP la secretaria general de la ONG ambientalista WWF en Brasil, Denise Hamú.

El gobierno Lula deja una herencia mixta en medioambiente: «Fue el que creó más áreas protegidas y la mayor legislación criminalizando la deforestación», pero también impulsó grandes obras en la Amazoní­a y dejó que avanzara en el Congreso una reforma de la ley de bosques que puede revertir los avances contra la deforestación, explicó a la AFP Paulo Adario, responsable de Greenpeace.

El gran proyecto al gusto de los ambientalistas lo trae la candidata del Partido Verde Marina Silva, ex ministra del Medio Ambiente de Lula, y tercera en las encuestas con 10% de la intención de voto, que dejó el Ejecutivo enfrentada con los grandes productores agropecuarios y una parte del gobierno, que veí­a sus reclamos como un obstáculo al desarrollo.

«La más resistente» a las prioridades medioambientales es la delfina de Lula y favorita en las encuestas con 51% de la intención de voto, Dilma Rousseff, quien como todopoderosa ministra jefe del gobierno defendió grandes obras en la Amazoní­a, afirmó a la AFP el director de la ONG Amigos da Terra, Roberto Smeraldi.

El socialdemócrata José Serra, segundo favorito con 25%, se ha comprometido a favorecer al mismo tiempo el medioambiente y el agronegocio, dos sectores profundamente enfrentados en este paí­s gran exportador de materias primas.

Pero incluso con las reservas de los ambientalistas, tanto Rousseff como Serra llegan a las elecciones con un compromiso de reducir las emisiones: la favorita, con la ley nacional de cambio climático aprobada por su gobierno; y Serra con otra similar en el estado de Sao Paulo, del que fue gobernador.

FAVELA Piden continuidad de Lula


Adalgiza da Silva tiene 50 años y siempre vivió en Rocinha, la mayor favela de Rio de Janeiro. Las obras hechas en los últimos años y avances en la seguridad, le darán el voto de esta mujer a la oficialista Dilma Rousseff, para asegurar la «continuidad» de la gestión de Luiz Inacio Lula da Silva.

«Somos pobres y nos han devuelto la dignidad, la oportunidad de igualar a los ricos. Es por eso que voto por la continuidad de Lula, por su candidata Dilma (Rousseff). ¡Además es una mujer!», afirmó esta agente de salud a la AFP.

A lo largo de los últimos cuatro años, grandes trabajos de infraestructura fueron financiados con fondos federales y estatales en varias favelas, históricos centros de miseria y exclusión, todaví­a afectados por la violencia endémica.

Desde 2003 a 2009, 29 millones de brasileños salieron de la pobreza y pasaron a integrar la clase media, que ahora representa a la mitad de la población (95 millones de personas), según la privada Fundación Getulio Vargas.

«Nunca la clase media habí­a sido tan importante en el paí­s», subrayó Marcelo Neri, investigador del Centro de Polí­ticas sociales de la FGV, que además indicó que desde 2001 las desigualdades sociales «disminuyeron» en Brasil, una de las claves de la popularidad de Lula en uno de los paí­ses más desiguales del mundo en materia de distribución de ingreso.

Además de programas nacionales contra la pobreza como «Bolsa Familia», que provee un estipendio a 12,7 millones de familias pobres a cambio de asegurar que sus hijos vayan a la escuela, o «Mi casa, Mi vida», que favorece la creación de viviendas populares, existen en las favelas ejemplos puntuales de intentos de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

En Rocinha, donde viven más de 4.600 niños, un complejo deportivo acaba de ser inaugurado, con la mirada puesta en los Juegos Olí­mpicos de 2016.

Además, el programa Pro-uni que otorga becas para universidades privadas -más accesibles academicamente que las públicas y gratuitas- aumentó las chances de que los «favelados» ingresen a la educación terciaria.

«Menos niños y jóvenes vagan en las calles. Hoy tienen una perspectiva de vida más allá de una cadena de oro, un revólver y una muerte temprana», agrega Adalgiza, en alusión a los adolescentes reclutados por los narcotraficantes que terminan falleciendo en los enfrentamientos con la policí­a o pandillas rivales.

Luiz Alberto tiene diez hijos y cinco viven con él. Reciben una ayuda económica «que perderán si faltan a la escuela».

«Voy a votar para que esta señora continúe el trabajo de Lula», afirma este recolector de residuos de 40 años que duda a la hora de dar el nombre de la candidata.

Tras las promesas de Lula a su llegada al poder en 2003, Luiz Alberto ahora come «tres veces por dí­a, (…) tiene una televisión, una heladera y una pequeña lavarropas». Sin embargo, se queja de los servicios de salud «todaví­a insuficientes» y de que no haya cursos de formación para las personas que como él que debieron abandonar los estudios para trabajar.

Así­, todaví­a resta mucho por hacer en esta comunidad de 250.000 habitantes, donde los narcotraficantes imponen sus «códigos de conducta». De hecho, durante su visita los periodistas de la AFP fueron seguidos permanentemente y a la distancia por «olheiros» (observadores) al servicio de los traficantes.

La Rocinha todaví­a no fue «pacificada» por la policí­a pero debe serlo de aquí­ a 2014, a tiempo para la Copa del Mundo.

Algunos de los habitantes del barrio se dicen «decepcionados» por la lentitud de los cambios pero, como en miles de favelas de Rio, pocos votarán por el candidato opositor, el socialdemócrata José Serra.

Rousseff, según las encuestas, tiene el 51% de las intenciones de voto frente al 27% de Serra.

Ningún afiche de Serra o de la candidata ecologista Marina Silva se ve en las pequeñas y estrechas calles de Rocinha.

Unos dos millones de personas de un total de seis millones que viven en la ciudad de Rio de Janeiro habitan en favelas.