Gracias a los soldados y no a los poetas


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Sí­, gracias a los soldados, porque es por ellos que tenemos a este paí­s. El pasado 13 de noviembre, militares retirados realizaron una caminata por la Avenida Reforma, con mensajes autocomplacientes, recordándonos, porque ¡oh ingrata memoria! no nos recordábamos de su labor realizada durante los años de la guerra.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Y es que, no se sabe qué hubiese ocurrido si el paí­s hubiera quedado en manos de los intelectuales y poetas, que, para más señas, son sinónimos de comunistas terroristas. ¡Quién sabe!, por ejemplo, a dónde hubiéramos ido a parar si se hubiera dejado al paí­s desarrollarse libremente, con elecciones libres, con democracia.

Sólo imagine, si Otto René Castillo hubiera seguido publicando. ¡Qué barbaridades hubiera escrito! O Irma Flaquer, o Roberto Obregón, o Alaí­de Foppa, o José Marí­a López Valdizón, o Luis de Lión, si aún vivieran. ¡Cuántos secuestros no hubieran ejecutado!, ellos solitos, con sus delicadas manos, que por la noche escribí­an poemas, y por las mañanas secuestraban a hijos de ministros, resguardados por dos o más guardaespaldas.

Por ello, gracias a Dios, y, por supuesto, también a esos héroes de la Patria, que el paí­s está como está. No tenemos que envidiarle nada a nadie, salvo a Haití­, pero a ellos también ya los vamos superando. Gracias a los soldados, y no a los poetas, es que tenemos libertad, alimentos y salud. Gracias a los militares, y no a los periodistas, es que yo hoy puedo hablar de frente, sin ironí­as ni sarcasmos.

Por eso, es buena la herencia que nos han dejado: un paí­s libre de corrupción, sin hambre, sin enfermedades y con un crecimiento económico estable para todos y todas. Claro que sí­, es que no hay que ser ingratos. Gracias a Dios que hoy los generales y los coroneles se cuentan por decenas. ¿Por qué habrá tantos?, me pregunto yo. Y como hay tantos, ya ni siquiera caben en la institución armada, y hay que enviarlos al Comité Olí­mpico Guatemalteco, al Gobierno, a las empresas de seguridad, y a otros lados, para que se ocupen, y que la patria no se olvide de ellos.

Porque serí­a injusto que los militares, ¡Dios no lo permita!, que terminen como los poetas en un asilo de ancianos, esperando la muerte. No, claro que no, y es que es gracias a los militares, y no a los estadistas, que la seguridad social es excelente, y que los militares y otra gente de menor categorí­a, es decir los civiles, podemos confiar nuestra vejez al IGSS.

Los militares pueden estar tranquilos, porque es gracias a ellos, y no a los subversivos poetas, que el paí­s está como está. Mejor no puede estar. Y pueden estar tranquilos, porque hoy dí­a los rencorosos poetas tratarán de envenenar el alma de las jóvenes generaciones, pidiendo justicia. Pero qué mejor justicia que tener el paí­s que tenemos. Por ello, los militares pueden estar tranquilos, y no temer investigaciones, porque, total, ellos lo hicieron en defensa de la libertad.

Por favor, no teman, no deben desear para sí­ enfermedades terribles, como cánceres o derrames, para evitar declarar sobre lo que hicieron antaño para la construcción de este gran paí­s.