Hace un par de semanas, en una de las misas de fin de semana, el sacerdote habló de cómo la Iglesia se fortalecía en medio de las vicisitudes y aunque no habló de los escándalos financieros que han mantenido preocupado al Papa Francisco, al punto de que nombró un nuevo responsable del Banco Vaticano acusado de lavar dinero de los mafiosos, sí reconoció que había algunos casos vergonzosos de abuso sexual. La prensa ha saciado su sed de morbo y sensacionalismo, dijo el sacerdote, centrando su atención en este tema durante los últimos años y, pese a eso, la Iglesia se ha fortalecido de cara al nuevo milenio.
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Desde siempre he sabido que a los curas no les gustó, para nada, que se hablara en público de los casos de abuso sexual y siempre sostuvieron que era una campaña de la prensa contra la Iglesia Católica, exacerbada, según ellos, porque el escándalo conviene a los medios de comunicación para aumentar su audiencia. No me cabe duda que pudo haber periodistas y medios que explotaron comercialmente el tema de los abusos sexuales, pero también creo que una gran parte de la prensa estaba abordando con seriedad un tema que el Vaticano y la curia mundial querían enterrar. De hecho, el papado del hoy Santo, Juan Pablo II, se caracterizó por encubrir a los pederastas y negar que existiera un problema de gran dimensión sobre ese tema en particular. No quiso reconocer nunca los abusos que cometía su amigo y protegido, el padre Marcial Maciel, fundador de la orden Legión de Cristo, quien abusó no sólo de sus seminaristas a diestra y siniestra, sino de cuanto menor se le acercaba. Y murió sin recibir su merecido por la protección que le brindó el Papa.
Benedicto XVI fue más consecuente y empezó a tomar en serio las denuncias de la prensa. Si no hubiera sido por la publicidad que recibieron los casos y, sobre todo, por la forma en que la prensa demostró que las diócesis rotaban a los curas abusadores para ocultar sus fechorías, pasándolos a otras parroquias donde seguían con su enfermizo manoseo de niños. De no haber sido de tan gran magnitud el escándalo ni el gran Benedicto hubiera hecho nada ni el Papa Francisco hubiera llegado al punto de pedirles perdón, cara a cara, a víctimas de los atropellos sexuales cometidos por curas enfermos.
Alguna vez discutí con un sacerdote sobre el tema diciéndole que el escándalo no era que se publicaran los casos de abuso, sino la existencia de sacerdotes que utilizaban su poder espiritual para colocar a los niños vulnerables en condición de objeto sexual. Es cómo que alguien diga que la inversión extranjera no viene porque la prensa publica cuando matan a alguien en la calle o divulga lo de las extorsiones. El problema no es la noticia, sino la inseguridad que es un hecho tan real como los casos de pederastia cometidos por un porcentaje reducido pero indiscutible de sacerdotes.
Juan Pablo II fue un Papa muy querido y por eso está en los altares, pero volteó la vista queriendo proteger a su Iglesia sin que le importaran las víctimas de los abusos. Y fue el escándalo lo que obligó a cambiar de enfoque.