El ruiseñor que enloquece con su melodí­a a quien lo escucha y que siempre ha sido sí­mbolo de armoní­a, delicadeza y perfección, lanza su último canto al viento apoyando su pecho contra una espina.

El rayo de luz, que como un ramillete cae del Cielo imitando una lluvia de polvo de oro, impresiona hasta el éxtasis a quien lo contempla durante el amanecer.

El hombre respetado, apreciado y tenido por modelo, es aquel que más lágrimas ha derramado en el camino de las adversidades.

¡El sufrimiento siempre será el gran maestro para perfeccionarme y el estí­mulo más fuerte hacia mi éxito!