Cuarenta y nueve ataques coordinados en menos de 12 horas, atribuidos por el gobierno de Bangkok a combatientes separatistas islamistas, dejaron al menos ocho muertos y 45 heridos entre el domingo en la noche y la mañana de hoy lunes en el sur de Tailandia.
Un portavoz militar, el coronel Acar Tiproch, declaró que la mayoría de los ataques estuvieron dirigidos contra objetivos budistas o chinos durante la celebración del Año Nuevo lunar.
«El objetivo es presionar a los tailandeses budistas, incluidos los de origen chino, para que abandonen el sur», declaró Sunai Phasuk, de la organización Observatorio de Derechos Humanos.
El primer ministro interino, Surayud Chulanont, y el jefe de la junta que lo nombró, el general Sonthi Boonyaratglin, convocaron a una reunión especial sobre la seguridad después de estos atentados.
Estas acciones militares, que coinciden con el Año Nuevo lunar, son las más espectaculares y sangrientas desde las misteriosas explosiones del 31 de diciembre en Bangkok que dejaron tres muertos y 42 heridos.
Las autoridades descartaron todo vínculo entre los atentados de Bangkok y la insurrección separatista que ha dejado casi 2,000 muertos desde hace tres años en las provincias más meridionales del país, fronterizas con Malasia.
En la noche del domingo al lunes, en el sur malayo y musulmán de Tailandia hubo 33 atentados con bomba, 14 incendios intencionales y dos tiroteos, indicaron las autoridades locales.
Tres personas murieron por disparos y cinco por las explosiones. Más de 25 estaban aún hospitalizadas hoy lunes.
Una bomba también dañó una central eléctrica. Un teniente coronel del ejército tailandés fue muerto por la explosión de una bomba delante de su domicilio en la localidad de Yala.
En esta región, que hasta hace un siglo era un sultanato relativamente independiente, la población es en su mayoría de etnia malaya y de confesión musulmana, contrariamente al resto de Tailandia, ampliamente budista.
Los ataques fueron lanzados en momentos en que Tailandia y Malasia tratan de iniciar conversaciones con algunos grupos rebeldes.
El viernes pasado, Surayud, que unos días antes se reunió en Tailandia con su homólogo malayo Abdula Ahmad Badawi, había anunciado que había aceptado bajo condiciones una oferta del gobierno de Kuala Lumpur para organizar nuevos encuentros con los grupos rebeldes.
Desde el golpe de Estado de septiembre que derrocó al primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, detestado en el sur musulmán, las nuevas autoridades tailandesas multiplican las aperturas hacia la población y la guerrilla musulmana.
Según Sunai, la rebelión está cada vez más dividida entre la antigua generación de militantes separatistas, activos hace unos treinta años y ahora dispuestos a negociar, y una nueva generación de combatientes, simpatizantes del islamismo radical que rechazan todo compromiso con Bangkok.