Según los organismos internacionales, los gobiernos, los intelectuales, y la mayoría de los pueblos del mundo, detestan los golpes de Estado y piden que esta aberración desaparezca de la faz de la Tierra. Qué pensamiento tan progresista, que para lograrlo no se deben de usar sólo palabras, sino que se debe a la vez, propugnar por los mecanismos que impidan que un país llegue al golpe de Estado.
Pedirle a las sociedades que no acepten los golpes de Estado, es igual que pedirle a las personas que para una buena salud se deben de mantener limpias, pero no nos preocupamos de enseñarle que para estar limpias, se debe de acostumbrar a bañarse con regularidad o sea una vez diaria y tratar de no ensuciarse.
Pedimos que no haya golpes de Estado, pero no se le exige a los gobiernos honestidad, respeto a la ley y no abusar del poder. Pedimos que no haya golpes de Estado, pero no nos preocupamos de que haya instituciones fuertes, que sean capaces de destituir a un presidente cuando él comete faltas o delitos que van contra las leyes de su país y las leyes universales.
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Cuándo ha visto usted que los gobiernos de los pueblos subdesarrollados puedan ser juzgados mientras están en el poder, sin embargo exigimos que se mantengan en el cargo para mantener una institucionalidad mal entendida, pues desde el momento que se viola la ley, la institucionalidad está rota.
Para evitar los golpes de Estado, como para lograr que las personas se mantengan limpias, primero les debemos enseñar o diseñar mecanismos que los obliguen a mantenerse limpios, respetando las leyes. Se me ocurre que hay dos gobiernos latinoamericanos que van por ese camino, Brasil y Chile; posiblemente haya algunos más, pero levante la cabeza, y se va a dar cuenta de que hay violaciones a la ley por todos lados, robos, sobornos, abusos, violaciones en la ley a discreción, etc. Ejemplos abundan y los vemos, pero el problema es que nos queremos hacer los ciegos.