Goldman Sachs, de estrella de las finanzas a villano de Wall Street


Vista frontal del Goldman Sachs. ARCHIVO

El banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs, uno de los más rentables e influyentes del mundo, encarna cada vez más el papel de villano de Wall Street, acusado de haber engañado a los inversores, obstruir una investigación parlamentaria y maquillar las cuentas de Grecia.


«En el momento actual, Goldman representa el blanco más fácil de los ataques de los polí­ticos y los reguladores, principalmente porque no cuenta con el apoyo de la opinión pública», señala Michael Wong, analista de Morningstar.

Estrella de Wall Street, con beneficios obscenos desde el principio de los años 90, Goldman Sachs se transformó en los últimos diez años de banco de inversiones tradicional y especializado en fusiones-adquisiciones, en rey de los mercados financieros, tanto en beneficio de sus clientes como en cuenta propia.

Pero desde hace poco más de un año, la firma más admirada de las finanzas estadounidenses se ha convertido en la más vilipendiada.

Según Michael Wong, «a mucha gente no le gustó que haya recibido 10.000 millones de dólares de ayuda pública», cuando «bancos más pequeños, a los que se considera que en verdad financian la economí­a real, la necesitaban mucho más».

El elevado nivel de los bonos de los empleados de Goldman Sachs también desencadenó la indignación, cuando el desempleo subí­a a niveles récord en Estados Unidos.

El banco, del que salieron numerosos directivos de las finanzas estadounidenses y extranjeros, fue acusado de haber utilizado sus contactos para lograr el cobro de todos los préstamos que otorgó a la aseguradora AIG, cuando ésta obtuvo enormes ayudas públicas.

Fue criticado luego por haber ayudado a Atenas a disimular la amplitud de su deuda, vendiéndole derivados de créditos hipotecarios. Luego fue acusado ante la Justicia por la autoridad bursátil estadounidense de haber engañado a inversores vendiéndoles derivados de créditos inmobiliarios riesgosos (subprime). Acusaciones de las que el banco se defiende enérgicamente.

Finalmente, el banco fue acusado el lunes en una comisión investigadora estadounidense sobre la crisis financiera (la FCIC) de obstruir su trabajo.

«Cooperaron muy poco, no nos suministraron los documentos que les habí­amos reclamado. Ha sido un esfuerzo totalmente deliberado para que corriera el tiempo», denunció el presidente de la comisión, Phil Angelides.

Los cuestionamientos de la FCIC se suman a la imagen de arrogancia del banco, alimentada a veces por declaraciones de su presidente, Lloyd Blankfein, quien un dí­a se presentó al Sunday Times como «un banquero que hace el trabajo de Dios».

El propio Blankfein admitió que existí­a un «desfasaje» entre la forma en que el banco se ve a sí­ mismo y la forma en que lo ve la opinión pública.

En la intimidad de la empresa se reconoce que luego de los repetidos escándalos, la compañí­a intenta mejorar sus comunicaciones.

«Goldman Sachs ha sido durante mucho tiempo una organización que cultivó la discreción. Fue uno de los últimos bancos en cotizar en bolsa, lo que representó un gran giro en la cultura empresarial», observa Michael Wong. «Muchos de sus directivos se opusieron a ese cambio. Para ellos, mientras la firma obtuviera beneficios, la forma en que lo hiciera no le importaba a nadie».

«Deben comprender que de aquí­ en más su imagen ante la opinión pública es importante», aunque sus clientes no sean individuos comunes y corrientes, agrega.

«Se están preparando importantes reglamentaciones, y su contenido está muy influido por la opinión pública», concluye haciendo referencia a la reforma financiera que se prepara en el Congreso estadounidense.