Seguro que desde antes que los habitantes de cualquier país -no sólo latinoamericano-, tuviéramos memoria política, esto ha venido ocurriendo no sólo en nuestro terruño, sino quién sabe en cuántos reinos o repúblicas más. Pero hablemos de lo que nos atañe. Después de las elecciones presidenciales, donde el general Arana fue el vencedor, y al vencedor se le entregó la presidencia: el electo Presidente puso al Ejército Nacional al servicio del CACIF. Dulce error, porque a partir de entonces, el Ejército perdió su soberanía, y se convirtió en el departamento de seguridad de los ricos. Es cierto, que poderoso caballero es don dinero, y más… es el timón que mueve la Tierra. Pero, hoy, hemos degenerado en el poder del narcotráfico. Mismo que empieza a gobernar en nuestra soberanía. Hoy es el narcotráfico, el que pondrá y quitará gobiernos, mientras más ambiciosa sea la persona, que anhele entronizarse en el poder, más fácil de comprar voluntades será para los dueños de sembradíos del Petén. Movilizar, agilizar y aparentar las gestiones del caso. México juega un papel preponderante en el narcotráfico. Una cosa es la que sale en los diarios escritos, y otra muy diferente la que se cocina en Ciudad Juárez.  Sin ir más lejos, el Puerto de Acapulco dejó de ser un paraíso turístico, porque la zona fue copada por las drogas y sus cabecillas. Hoy son Chiapas, Tabasco y Soconusco, las zonas turísticas del vecino país del Norte. Mismos territorios que entregó Justo Rufino Barrios, por un puñado de armas y soldados, para correr tras su ambición, del istmo centroamericano, comandado por él. Los sueños no siempre se cumplen, porque la ambición rompe el saco.