Gobierno impotente ante el conflicto de Cachemira


Las manifestaciones que esta semana dejaron 17 muertos en la Cachemira india agravaron la tensión desencadenada hace tres meses por la reactivación de las protestas independentistas en esta región de mayorí­a musulmana que en 1947, cuando el subcontinente se independizó de Gran Bretaña, quedó dividida entre India y Pakistán.


Con los 17 muertos del lunes ya son 87 las ví­ctimas mortales registradas en los últimos tres meses en manifestaciones que algunos observadores no dudan en comparar con la intifada palestina.

«Creo que es el problema más serio que enfrenta Nueva Delhi desde el inicio de la insurgencia hace unos 20 años», dice Noor Ahmed Baba, un profesor de ciencias polí­ticas en la universidad principal de Cachemira.

«Son protestas generalizadas, de masas y no hay ningún elemento externo involucrado», dijo Noor Ahmed Baba, en alusión a Pakistán.

En Nueva Delhi, el gobierno intentó en un primer momento descalificar al movimiento diciendo que estaba pagado por Pakistán, pero ahora la mayorí­a de los ministros admiten que la frustración en Cachemira ha alcanzado un punto crí­tico.

El primer ministro indio, Manmohan Singh, admitió que el gobierno estaba «buscando a tientas una respuesta», según el diario Times of India.

«Pero no hay camino real para el éxito. No puedo sacar un conejo de la galera», agregó Manmohan Singh, que el lunes reunió a su gabinete para discutir medidas tendientes a reducir la tensión en esa región estancada, que ha causado dos guerras entre India y Pakistán.

Desde 1989 la región es el escenario de una insurrección antiindia que dejó más de 47.000 muertos, pero un proceso de paz iniciado en 2004 con Pakistán habí­a permitido reducir la violencia.

Una parte de los observadores critica la represión, en particular la utilización de munición real para dispersar las manifestaciones, y la falta de formación de las fuerzas de seguridad.

«La policí­a y la CRPF (una fuerza paramilitar) no han sido equipados con armas no letales y esto ha causado muchas bajas inútiles», dijo BG Verghese, un miembro del Centro de Investigación Polí­tica.

De todos modos, la represión –y las medidas económicas anunciadas en agosto pasado– son insuficientes para enfrentar un problema mucho más profundo, indicaron los mismos observadores.

«India nunca trató al pueblo de Cachemira en pie de igualdad y siempre ignoró su demanda de autonomí­a», dijo a la AFP el clérigo musulmán indio Syed Ahmed Bukhari.

«La población no quiere ir con Pakistán pero tampoco tolera la represión», agregó, refiriéndose a los manifestantes que enfrentan a la policí­a con piedras.

Pero el gobierno indio teme que concederle a Cachemira elementos de autonomí­a, podrí­a llevar a que la región se acerque a Pakistán.

Polí­ticamente, el gobernante Partido del Congreso se encuentra limitado por el principal partido de oposición hindú de extrema derecha que considera cualquier concesión de autonomí­a a Cachemira como una traición a la patria.

Como primer paso, el gobierno podrí­a derogar parcialmente las leyes de emergencia militar en Cachemira y anunciar investigaciones creí­bles sobre las muertes ocurridas recientemente.

A largo plazo, Nueva Delhi, continuará con su polí­tica de diálogo con los lí­deres polí­ticos separatistas, pero las opiniones están tan polarizadas que un entendimiento entre las dos partes parece difí­cil.