El gobierno de Filipinas y la insurgencia musulmana superaron hoy décadas de enconada lucha y dieron un primer paso para poner fin a uno de los conflictos armados internos más antiguos de Asia con la firma de un acuerdo preliminar de paz.
Las dos partes coincidieron en señalar que este convenio suscita esperanza pero también conlleva desafíos.
El convenio marco, también llamado plan para un acuerdo definitivo de paz cuya suscripción está prevista en principio para 2016, concede amplia autonomía a la minoría musulmana en el sur de Filipinas a cambio de que se ponga fin a una campaña de violencia que en más de 40 años ha suprimido el desarrollo y dejado decenas de miles de muertos.
Estamparon su firma en el documento el negociador gubernamental Marvic Leonen y su contraparte del Frente Moro de Liberación Islámica, Mohagher Iqbal, en el palacio presidencial de Malacanang, en Manila.
Asistieron como testigos de este momento histórico el presidente Benigno Aquino III, el líder de la insurgencia, Al Haj Murad Ebrahim, y el primer ministro de Malasia, Najib Razak, cuyo país contribuyó a la concertación del acuerdo. Ebrahim puso pie por primera vez en el palacio presidencial.
«Nosotros somos hombres y líderes que queremos hacer algo positivo, y hemos decidido que ha llegado el momento de que optemos por una posición de superioridad moral», señaló Najib.
Señaló que el acuerdo «protegerá los derechos del pueblo bangsamoro y preservará la soberanía e integridad territorial de Filipinas».
Advirtió que este compromiso «no resuelve todos los problemas, más bien fija los parámetros en los que la paz pueda ser fincada».
«Tras cuatro décadas (de conflicto), la paz está al alcance», señaló.
El documento de 13 páginas esboza los compromisos generales principales, como los límites de la autoridad concedida a la nueva región autónoma musulmana que se llamará Bangsamoro en esta nación predominantemente católica. Esos límites abarcan los aspectos de administración política, ingresos y territorio.