Unos 5 mil manifestantes permanecían hoy en la zona controlada por los «camisas rojas» en el centro de Bangkok, a pesar de que el gobierno anunciara que iba a dispersarlos «lo antes posible», después de cuatro días de violencias que dejaron más de 30 muertos.
Una tensa calma imperaba a media tarde, después de la hora tope fijada a los manifestantes para que evacuaran el sector so riesgo de ser encarcelados.
Los enfrentamientos de los últimos cuatro días con escenas de guerrilla urbana dejaron 35 muertos y más de 200 heridos.
Desde hace 24 horas, las autoridades no han cesado de repetir que los manifestantes que deseen dejar la «zona roja» podían hacerlo antes de las 15:00 horas locales.
Incluso, un ministro acentuó la presión anunciado que el ejército procedería «lo antes posible» a la dispersión por la fuerza de los manifestantes en el barrio turístico y comercial de la capital tailandesa.
Por su parte, el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, exiliado en Dubái, llamó a la cordura al gobierno y a los «camisas rojas» para evitar una guerra civil.
«Estoy al lado de mis conciudadanos en estas horas terribles de nuestra historia», declaró Thaksin, ídolo de muchos «camisas rojas», en un comunicado.
Este lunes, los «rojos» rindieron homenaje al «general rebelde» Seh Daeng, fallecido en la mañana, cuatro días después de haber recibido una bala en la cabeza cuando era entrevistado por un periodista.
Unas 1.000 personas asistieron a los funerales de Seh Daeng en un templo budista de Bangkok.
Seh Daeng «era un general pero combatió por la democracia, a nuestro lado», saludó Jatuporn Prompan, uno de los jefes de los manifestantes.
Seh Daeng, de 58 años, cuyo verdadero nombre era Khattiya Sawasdipol, había supervisado las operaciones de seguridad en el seno de la «zona roja».
Las autoridades, que desmintieron toda participación en su muerte, lo consideraban como un traidor y lo acusaban de ser responsable de las decenas de ataques con granadas en Bangkok, desde hace semanas.
Uno de los líderes «rojos», Weng Tojirakarn, llamó el lunes en la mañana a los manifestantes a «mantener la moral», estimando que iban a «ganar pronto». «El gobierno está decidido a matar a los que luchan a manos limpias».
Los más determinados se declaran dispuestos a «luchar hasta la muerte», después de haber levantado barricadas de alambradas de púas , de neumáticos empapados en kerosene y cañas de bambú en torno a la zona de varios kilómetros cuadrados.
Sin embargo en el sector la situación se ha hecho difícil por la falta de abastecimientos en agua, electricidad y alimentos.
El domingo, líderes «rojos» habían pedido comenzaran «discusiones con las Naciones Unidas como mediador». El gobierno rechazó inmediatamente.
Uno de ellos también había hecho un llamado solemne al rey Bhumibol Adulyadej, de 82 años, al que presentó como la «única esperanza» para la calmar la situación. Hospitalizado desde septiembre, el monarca no se ha manifestado nunca sobre la crisis.
El lunes, la actividad era muy reducida en Bangkok, donde las autoridades decretaron dos días feriados, cerraron las escuelas públicas y detuvieron los transportes colectivos, entre los cuales el metro aéreo.
Por otra parte, el gobierno anunció la apertura de una investigación sobre transacciones efectuadas a partir de un centenar de cuentas bancarias vinculadas al entorno de Taksin Shinawatra, acusado de financiar el movimiento.
Las últimas violencias hacen llegar a 66 el número de muertos y a unos 1.700 el de los heridos desde el comienzo de la crisis a mediados de marzo, según informes oficiales.
Al general tailandés Seh Daeng, que falleció hoy tras haber recibido un balazo en la cabeza el jueves, le gustaba suscitar simpatía y respeto, pero el héroe de los manifestantes antigubernamentales, los «camisas rojas», era considerado un traidor por el Ejército.
Fallecido a los 58 años de edad, el general Khattiya Sawasdipol, alias Seh Daeng, dirigía la seguridad del campamento atrincherado de los manifestantes.
Seh Daeng recibió un tiro en la cabeza el jueves por la noche en momentos en que estaba dando una entrevista a medios de información extranjeros.
Presentado por el gobierno como uno de los principales adversarios de la reconciliación, él se consideraba indispensable.
«Es importante que yo esté aquí. Todo el mundo está aquí porque Seh Daeng está presente», había declarado dos días antes.
Hoy, los primeros homenajes atestiguaban el respeto que se le tenía.
«Seh Daeng vivió su vida plenamente. Era nuestro hermano. Saludamos su valentía, al igual que la de nuestros héroes, muertos en los combates», declaró Jatuporn Prompan, uno de los dirigentes «rojos».
El militar era considerado como un aliado fiel de Thaksin Shinawatra, el ex primer ministro en el exilio, derrocado en 2006 por un golpe de estado militar, que cuenta con muchos seguidores entre los manifestantes.
Hasta hace poco aún posaba ante los fotógrafos vestido con su uniforme de camuflaje y su sombrero de alas anchas decorado con pernos de granadas, mientras vendía libros sobre sus hazañas.
En las últimas semanas inspeccionaba todos los días las barricadas de bambú, neumáticos y alambres de púas instalados en el barrio ocupado por los manifestantes en el centro de Bangkok, para prevenir un eventual ataque de las fuerzas militares.
Esto le había devuelto el orgullo después de haber caído en desgracia en el ejército en 2008 por haber criticado públicamente a su jerarquía. Fue sancionado de inmediato con un traslado para que trabajase como profesor de aerobic en un mercado.
«Todo el mundo se burló de mí. No se le pide a un guerrero de mi clase hacer cosas estúpidas como eso», protestaba. «Â¿Han visto ustedes la película Braveheart? Mel Gibson es como yo», decía, en alusión al guerrero de la película de aventuras traicionado por la aristocracia escocesa.
Lo extraño es que estaba sólo suspendido. La policía abrió una investigación sobre él en enero tras un atentado contra el cuartel general del Estado Mayor y el hallazgo en su casa de granadas, una pistola y municiones.
Las autoridades lo acusaban de estar detrás de los ataques con granadas registrados en Bangkok durante varias semanas. Otros afirmaban que era el jefe de los misteriosos hombres de negro, armados de fusiles de asalto, que participaron en los violentos enfrentamientos con el ejército el 10 de abril pasado en Bangkok (25 muertos, más de 800 heridos).
«Aun cuando estas payasadas son muchas veces exageradas, no creo que se le pueda reducir a loco», estimaba Paul Chambers, especialista de Tailandia en la universidad alemana de Heidelberg.
Un diplomático extranjero recalcaba que Seh tenía muchos enemigos, pero las autoridades no han cesado de negar su implicación en los disparos que terminaron con él.
Recientemente, una parte de los manifestantes «rojos» parecían a punto de distanciarse de él. Seh Daeng reclamó entonces «una segunda generación» de dirigentes, más duros.
«Los líderes rojos hacen trampas. Negocian en secreto con el gobierno, y lo hacen por sus intereses, no por quienes están en las manifestaciones», aseguraba.
Cuando anochecía, puñal al cinto, el general «rojo» inspeccionaba las guardias de los manifestantes. Como militar experto sabía que «normalmente los soldados atacan al enemigo en el crepúsculo o al alba», según dijo a la AFP. El balazo en la cabeza lo recibió al caer la noche.