Ningún país latinoamericano es capaz de hacer las acciones y las inversiones que el gobierno de los Estados Unidos está haciendo. Es eso precisamente lo que también debe de reflejarse en la política exterior, en la política migratoria, en el fomento y apoyo a que evolucionen las democracias, a la consolidación de los gobiernos legítimamente electos y a que las medidas que esos gobiernos proponen sean para el beneficio de la mayoría de la población, que éstas no sean obstruidas y obstaculizadas por las elites económicas, ni cuenten con el apoyo de funcionarios norteamericanos que son «caballos de Troya» de las tendencias conservadoras y radicales a ultranza, que representan muchos republicanos.
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Pretender que el presidente Obama o Hillary Clinton logren saber lo que sucede, lo que fomentan solapadamente algunos de los ciudadanos de su país, incluyendo miembros del Departamento de Estado, es un sueño; pero como soñar es lo que hace el deseo del cambio, Centroamérica debe continuar impulsando reformas que permitan que se reduzca la pobreza, que se minimice la miseria, no importando que hipócritamente existan lobbistas o funcionarios en el Departamento de Estado, en las embajadas del país del norte que no comprendan que la democracia y el desarrollo de América Latina se sustenta en que los gobiernos se dediquen a servir al pueblo porque son gobiernos de todos, con especial responsabilidad hacia los más necesitados.
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Los acontecimientos que lamentablemente se han originado en la hermana República de Honduras, son la evidencia que señala y comprueba que cualquier cambio o inclinación para preocuparse de la mayoría de la población hacen que los poderes ocultos se movilicen y regresen a las viejas prácticas del rompimiento del Estado de Derecho.
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En nuestras constituciones no deben existir normas pétreas, ninguna constituyente puede arrogarse el derecho de legislar eternamente. La misma Constitución de los Estados Unidos, que es la Constitución más antigua y sintética del mundo, no ha dejado de sufrir enmiendas. Es más, la suma de las enmiendas a la Constitución norteamericana son en su conjunto mayores al contenido de la Constitución original. Todo ello implica que los países latinoamericanos deben de actualizar su norma fundamental periódicamente, no nos debe de asustar que la gente a ultranza de derecha quiera una reforma constitucional que nos haga retroceder y que pretenda establecer aún más derechos constitucionales, individuales, evidenciando que ellos no escatiman ni su dinero, ni sus posiciones en la industria, en el comercio, en la agricultura o en los medios de comunicación para tratar de convencer que el individuo priva sobre la sociedad.
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Es preferible discutir una propuesta por radical que sea, que los golpes de Estado, el mismo derecho que tienen y que ejercen las elites es el derecho que la mayoría de la población también posee.
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La evolución, el cambio de la sociedad, el enfrentar, abordar y resolver los problemas de seguridad, de educación, de desnutrición, pobreza y miseria requieren más de un lapso de gobierno; por ello, incluyendo Estados Unidos, existe la reelección presidencial. Sólo así puede lograrse el progreso, el desarrollo y la evolución para todos.