El actual gobierno se encuentra en su etapa más oscura, su tránsito en las sombras y en soledad, no permiten visualizar, por lo menos en el corto plazo, una salida decorosa y ello implica que el largo plazo se torna aún más sombrío.
¿Qué pasó exactamente? Es una pregunta recurrente pero que en su respuesta sólo pueden plantearse algunas aproximaciones sobre este momento tan complicado en el cual el gobierno se insertó, equivocadamente, en un laberinto, pero con culpa propia.
Los primeros meses de gestión del actual régimen se caracterizaron por un trabajo intenso del gobernante. El mismo cautelaba decisiones, buscaba establecer algunas agendas ministeriales, se encontraba interesado en llevar a cabo ciertas decisiones que terminaran en resultados concretos de su propia gestión.
Sin embargo, el deseo incesante y febril de ocupar todas las posiciones por sus excompañeros de armas, lo llevó a niveles insostenibles, pues los resultados de prácticamente todos estos funcionarios son realmente modestos, sino pobres, y por demás, anodinos.
Acá cabe hacer la conjetura que confió en ellos, pero más allá de sus nuevas formaciones, sabían cómo moverse en las arenas del Estado, así como representaban nodos de poder y confianza en aquellas operaciones financieras de viejo cuño y normales en la institución armada. Creo que acá surge la primera equivocación, un yerro que hoy no consigue recuperarse.
La desinformación como forma de engañar gobernando, tal como se hacía en las dictaduras militares no funcionan como antes. Mentir y mentir daba resultado en aquellos años, pero la Cumbre de Alaska demostró incapacidad, irresponsabilidad y abrió los flancos más claros de que la represión no resultaba como antes y las mentiras se revertían contra su propio régimen.
Las iniciativas con cierto sentido de cambio, no se estudiaban, ni enriquecían por parte de expertos, sino se quedaban sin mayor estudio y poca profundidad, con lo cual las mismas terminaban enredándose en sus propias madejas y al final se hunden sin ningún sentido.
La bicefalia no cuajó. Las contradicciones afloraron y las expresiones de malestar se acrecentaron. Las desconfianzas entre pares fueron más abiertas. Los negocios no caminaban a pesar del entente cupular, las comisiones se reducían y los ministerios se convirtieron en arenas de conflictos derivados de negocios con sus financistas o entre ellos mismos, pero sin buscar gobernar.
Los bonos y las contradicciones para justificarlos, pasan por la mentira, el chantaje, la corrupción y el desgaste, con un gobierno sin apoyo del Legislativo y esté hoy buscando retomar una nueva línea pero en un momento tardío. Gobernar por el negocio, mintiendo y sin aliados, deja a este gobierno en las sombras y sin luces para gobernar. Ojalá puedan aceptar que se equivocan y reorientaran su gestión, para bien de la sociedad y el país. No podemos darnos el lujo de otro gobierno sin sentido y vacío.