El proceso acelerado de la autopista mundial en la cual la marcha vertiginosa de altísima velocidad impone ritmos frenéticos, obliga a un razonamiento que debe reflejarse en procesos que tiendan a la generación de políticas públicas mundiales articuladas y planificadas para hacerle frente a los retos de la nueva agenda internacional impuesta por diversas circunstancias coyunturales.
Sin dejar de lado el fortalecimiento democrático, los Estados deben hacer frente a nuevos retos que conllevan una interrelación e interacción que obliga a la toma de decisiones conjuntas.
La degradación ambiental, el terrorismo, el narcotráfico, las pandemias, las fuentes de energía alternativa, los derechos humanos y ahora la volatilidad financiera mundial, ocasionada por una crisis energética, plantea una nueva agenda política y social que genera por supuesto debate. De este debate pueden surgir acuerdos y también conflictos. Justamente en este punto quiero detenerme a reflexionar.
Fernando Henríquez Cardozo, ex presidente del Brasil, señala «La «revolución de la asociación mundial» extendió y fortaleció la democracia en el ámbito nacional». Agrego a este atinado comentario, que de ese fortalecimiento en el ámbito nacional ha posibilitado un acercamiento de posiciones en el sistema internacional, al punto que, en los momentos críticos la sociedad internacional tiende a buscar un punto de inflexión para evitar el quiebre, privilegiando el diálogo antes que la confrontación.
Como hemos podido presenciar en las últimas semanas, el repunte en la escalada del precio del barril del petróleo ha suscitado medidas de hecho que van desde la paralización de los servicios de pasajeros y carga, hasta la paralización del abastecimiento de los mercados locales.
Indudablemente, esta tensa situación que atraviesan diversas naciones, agravadas por el encarecimiento de la canasta básica a nivel mundial, tal y como lo confirmara Ban Ki Moon recientemente y que pone en riesgo la estabilidad de naciones enteras, ha suscitado nuevamente el debate sobre la necesidad de crear mecanismos de defensa basados, en auténticas políticas públicas.
Ciertos acontecimientos internacionales recientes, como el 11S, han marcado la pauta de una nueva forma de diálogo mundial que tiende paulatinamente a generar una concertación de propuestas y soluciones a favor de la gobernabilidad. Por ello no me cabe la menor duda que de esta «crisis» económica, las lecciones que tendremos que aprender serán varias, entre otras, la necesidad de precisar en un mundo interdependiente la búsqueda de nuevas alternativas para la generación de energía, el uso apropiado de los recursos y la convertibilidad que priorice la austeridad.
Personalmente considero oportuno prestar atención a las estrategias que habrán de mantener las naciones con mayor peso en el contexto internacional, más allá de las propias, en torno a la solución de la peor crisis energética que hemos vivido en los últimos tiempos. Recordemos que la ultima, la de los 70″s, tenía como telón de fondo la guerra fría. Las condiciones políticas de hace más de 30 años han variado tremendamente. Las lecciones que nos deja la historia persisten a pesar de los cambios políticos, a una crisis económica le sigue una política y social. Esperemos que por el bien de la estabilidad mundial esto no suceda.