«Mejor vete de aquí, hijo; tú no puedes ayudarnos», le dijo el papá al joven Misael Barsuto. í‰ste, con lágrimas en los ojos, se alejó apoyado en una muleta.
í‰l quería colaborar con su progenitor en las innumerables y rudas tareas propias de la gran finca en la que habitaban, pero la parálisis de la que padecía se lo impedía.
Sin embargo, él no quería permanecer ocioso, mientras los demás contribuían al bien común; de esa cuenta, decidió dedicarse a alfabetizar a los peones de la hacienda y de los poblados de los alrededores.
Con el tiempo fundó una escuela y una biblioteca, y gracias a él nadie se quedó en la oscuridad de la ignorancia; su padre, con mucho orgullo decía a viva voz: «Â¿Quién dice que mi hijo es un inútil?»
SIEMPRE HAY ALGUNA FORMA EN LA QUE PODEMOS SERVIR A LOS DEMíS.