Si analizamos las acciones, ya no digamos los éxitos, que el Ministerio de Relaciones Exteriores ha obtenido en los últimos 20 años a favor de los inmigrantes, hombres y mujeres, que han dejado nuestra patria con el único objeto de proporcionarle a sus familias y a ellos mismos la oportunidad de una vida mejor, de un ingreso que les permita combatir la pobreza y la miseria que predomina en Guatemala, encontraremos que ningún gobierno ha realizado mayores actividades o logros en ese campo.
A pesar que de 1960 al año 2009 nuestros compatriotas que han inmigrado han ido en continuo aumento al punto que de 200 mil guatemaltecos que residían en el extranjero en el año 1989, en este momento, según las cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), residen un millón 800 mil.
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Esta situación obliga a que todos los funcionarios diplomáticos y consulares comprendan que su mayor responsabilidad debe ser el apoyo a esos hombres y mujeres que honradamente han abandonado el país para poder remitir recursos a sus familiares y dependientes, que ascienden -según la entidad citada- a un millón 104 mil 736 hogares beneficiados directamente, cifra que se ve sustancialmente aumentada cuando el beneficio indirecto se refleja en cuatro millones 386, 678 hogares, gracias al hecho que las remesas que en el año 2009 enviaron ascendieron a 3 mil 849 millones 281, 648 dólares, lo que multiplicado por la tasa actual de referencia de cambio se traduce en Q32,141 millones 501,760, lo que representa, al invertirse todos esos recursos en compra de bienes y servicios, en Q3,214 millones 150,176 de Impuesto al Valor Agregado que pagan los bienes y servicios que estas familias consumen gracias a los recursos de las remesas recibidas.
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Por ello es que es tan urgente que la iniciativa planteada por el ministro Haroldo Rodas se convierta en una realidad, considerando que la merma del 11% en las remesas que aconteció en el año 2009 y la repatriación forzada que hiciera el gobierno norteamericano de aproximadamente 35 mil guatemaltecos es para las familias, especialmente las familias de los departamentos de Huehuetenango, San Marcos, Alta Verapaz, Guatemala, Jutiapa, Izabal y Petén, de donde proviene la mayoría de los inmigrantes, un daño mayor que cualquier huracán o que cualquier problema en la producción, en la exportación y en el consumo.
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Si para lograr su objetivo fuera necesario remover a la mitad de los embajadores y a la mitad de los cónsules que cómodamente devengan salarios y prestaciones superiores a cualquier diputado, ministro o viceministro, pues tendría que hacerse.
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No saber aprovechar el sentimiento, la vivencia que en lo personal tiene el actual presidente Barack Obama de quien la mitad de su familia vive en Kenia, ífrica y sufre las mismas circunstancias, tiene las mismas necesidades y problemas que tienen la mayoría de los guatemaltecos, especialmente los migrantes y sus familias, sería perder una posibilidad de oro.Â
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¿De quién depende que las ideas al respecto se materialicen? Del Canciller, de sus viceministros, del embajador de Guatemala en los Estados Unidos, de los cónsules y demás personal que integra nuestra misión en el país del norte y por supuesto de una voluntad definida, fuerte y concreta del Presidente y Vicepresidente de la República.
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Qué bueno sería que esta idea fuera materializada y desarrollada igual que se hace con programas de Cohesión Social que tanto apoyo han recibido de la esposa del Presidente.