Eddy Coronado
«Escribir es vivir las existencia que imaginemos a pinceladas de muchos matices»; es parte del preámbulo de «Casa de nosotros», uno de los poemarios que ha escrito Gerardo Guinea Diez, escritor guatemalteco ganador del Premio Nacional de Literatura «Miguel íngel Asturias» 2009, el mayor reconocimiento que confiere el Ministerio de Cultura y Deportes, a través del Consejo Asesor para las Letras.
Poeta, novelista, editor y periodista, Guinea Diez ha escrito más de 18 obras entre novelas, poemarios y ensayos, los cuales han sido publicados en México, Colombia, Francia y Guatemala. En el 2000, recibió el Premio de Poesía «César Brañas», y en el 2006 ganó el Premio Mesoamericano de Poesía «Luis Cardoza y Aragón», con su libro «Poemas para el martes».
-Pregunta: ¿Cómo definimos a Gerardo Guinea Diez?
-R.: Más que escritor, soy alguien que escribe, y, además, alguien que ha estado toda su vida interesado en apoyar a otros que también escriben; en mi actual empleo en Magna Terra edito a jóvenes para impulsarlos.
Lo único que nos va quedando es la cultura, la música, las letras, la pintura, la poesía; yo no me explico sin los demás. Primero, todos venimos de algo, no estamos aquí siendo ajenos a los gustos, pero también como escritores somos por los demás por los compañeros que también escriben, por los lectores.
-P. ¿Cómo comenzó a ser escritor?
-R.: Antes de empezar a escribir, comencé a leer. En 1971, mi padre me regaló dinero; por una extraña razón decidí invertirlo en comprar algunos libros en una librería de la zona 1. Ahí compré «Guerra y paz» de Tolstoi, una de mis primeras lecturas interesantes.
-P.: ¿Qué le gusta leer?
-R.: Cuando uno escribe poesía, no sólo lee poesía, y cuando uno lee novelas no sólo lee novelas; yo diría que Cioran, el filosofo rumano francés; y de la republicana española María Zambrano, es una gran filósofa, discípula de Ortega y Gasset; también he leído y releído ha Francisco Umbral.
-P.: ¿Cuál fue su inspiración para convertirse en escritor?
-R.: Mi primera fuente para acercarme a la literatura fue esa vitalidad de las historias de mi madre, que fue la gran fuente de inspiración para que yo me metiera a este enredo de las letras y la imaginación, como Mario Vargas Llosa en su novela «El hablador», ella fue como una especie de mi habladora porque me contaba muchas historias con sabor al siglo XIX de todas las historias de donde creció.
En un pueblo que se llama San Antonio Las Flores, que es la antigua ruta a las Verapaces y, ahí digamos como que conoció esa otra Guatemala que estuvo soterrada, porque fue una especie de crucero de caminos donde generalmente los indígenas paraban a descansar en su camino para vender.
-P.: ¿A partir de qué hecho se dio cuenta de que era escritor?
-R.: Más que una conciencia de escritor fue una conciencia de lo que implica la literatura; todo ese mundo de autores y sus corrientes, más que tener conciencia de escritor, lo que adquirí fue conciencia de que quería escribir.
-P.: ¿Quiénes han sido sus influencias literarias?
-R.: Las influencias se van dando por edades; hubo un tiempo en que leí y releí la obra de Cortázar; además, escritores como Borges y Octavio Paz, pero después uno se va acercando a otros; por supuesto Onetti y aún lo sigue siendo en la actualidad; seguramente si Onetti fuera joven, probablemente le rechazarían su novela porque los patrones van marcando tendencias distintas.
-P.: ¿Qué trabajos literarios le gustan?
-R.: En los últimos veinte años, yo no había leído una novela tan grande como la que produjo Onetti, Carlos Fuentes, Cortázar, Vargas llosa. No había leído una novela tan importante, tan parecida al concepto de literatura como «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño. Alejo Carpentier lo leí mucho, pero hace unos 20 años.
-P.: ¿Qué sentimiento desprende cuando escribe?
-R.: Cada vez que empiezo un nuevo proyecto de algún libro, experimento siempre esa sensación complicada de volver a ser un aprendiz, para poder lidiar con cada nuevo proyecto.
-P: ¿Quién cree que le ayudó en su carrera de escritor?
-R.: El culpable de que me haya vuelto lector adicto es Mario Rosas -mi maestro durante el bachillerato-, y utilizó un método muy interesante de dar la clase; nunca nos dio clase porque lo que nos puso fue a leer y pasar al frente a exponer lo que anteriormente leímos.
En esos dos años conocí a más de cien escritores, porque nos llevó de la mano hasta los clásicos griegos: Flaubert, Victor Hugo, entre otros. Luego nos metió con lo latinoamericano; también algo de la literatura norteamericana. Luego mi padre, en una Semana Santa, me regaló «Rayuela» de Cortázar; eso fue básicamente el gran descubrimiento del hábito de leer.
-P.: ¿Cómo fue su primer escrito?
-R.: Fueron dos procesos porque luego de desistí de escribir, sólo leía. En 1984, aproximadamente, empecé mi primer poemario que se llama «Horarios de lo efímero y lo perdurable», que lo publicaría en 1995 en Guatemala; pero, paralelamente, comencé a escribir mi primer novela alrededor de 1987, «El amargo afán de la desmuerte» que la publiqué en junio de 1993 en México.
-P.: ¿A los cuántos años comenzó a publicar?
-R.: Entre los 17 y 18 años escribí un cuento que publiqué en un periódico escolar.
-P.: ¿Cuál es el tiempo que toma hacer una novela?
Depende de la extención del tema y las vueltas que uno le está dando, porque de repente se deja por algún tiempo reposar y si no se te complica la estructuración, por lo menos son de ocho meses a un año, y a lo menos cuatro horas al día para revisarla.
-P.: ¿Cuántas novelas ha escrito?
-R.: Siete novelas
-P: ¿Y en total de sus obras?
-R.: Alrededor de 18 obras.
-P.: ¿A cuál de todas sus obras le atribuiría un lugar de especial?
-R.: Bueno, a mí me gusta mucho «El árbol de Adán», porque es una novela que permite un acercamiento de otro tipo al genocidio en Guatemala y a los desaparecidos; es decir no es un texto testimonial, porque para ello hay muchos otros materiales.
-P.: ¿Cuál cree que es el mejor reconocimiento que le podrían dar a un escritor?
-R.: Con seguridad, creo que es estar en algún lugar y observar a alguien leyendo, y también que alguien que no conoces se te acerque y te diga que ha leído un libro tuyo que le dijo algo; eso es más que un premio. Bueno, que los premios ahí van quedando como una referencia, pero el mejor premio es tener lectores.
-P.: ¿Y cuál ha sido su mejor reconocimiento?
-R.: Tal vez ver algunas novelas y algunos poemas que circulan en muchísimos lados de la red (en blogs y en páginas), pero siempre el mejor reconocimiento es cuando un lector forma una cadena y ha enviado una parte de alguno de los libros recomendándolo.
-P.: Según el comité, se habló que buscaba sus raíces en el periodismo estadounidense…
-R.: Bueno, es un poco la escuela que yo fue aprendiendo en México.
-P.: ¿Cómo lo definiría?
-R.: Un periodismo menos dogmático, más descriptivo, muy sustentado en fuentes. Tal vez no es objetivo, pero es un periodismo que también da el contexto.
-P.: ¿Cómo fue su tiempo como periodista?
-R.: Trabajé algún tiempo en la coordinación editorial de Casa de Chile en México, y luego en algunos medios de comunicación de México; por tiempo corto en la sección internacional de Uno más Uno. También pasé como secretario de redacción en El Financiero; además, fui jefe de diseño en una revista política.
En Guatemala, trabajé en Crónica, luego en revista Domingo para Prensa Libre; después estuve haciendo un trabajo de reseñas en el Magazine de Siglo Veintiuno, y desde el 2000 estoy dirigiendo Magna Terra.
-P.: ¿Qué diferencia encuentra entre el periodismo y la literatura?
-R.: El periodismo es para «ayer» y hay muy poco tiempo para revisar el material; mientras que en el caso de la poesía, la novela y el ensayo requiere de más tiempo y son procesos largos. Luego con una novela pasás hasta cuatro, cinco y seis años; tengo una novela que todavía no tengo claro cuándo se publica, pero se llama «Septiembre», tengo siete años de estar escribiéndola y hace algunos meses la terminé y se la pase a alguien para una revisión.
-P.: ¿Cuándo salió al exilio?
-R.: Yo salí en 1981 hacia México, uno de los años más difíciles por la situación que vivía el país.
-P.: ¿Qué consejo daría a alguien que quiere ser escritor?
-R.: Lo básico es leer, entender que escribir no es al reunión de ocurrencias, ni la concreción de estados de ánimo; más bien hay todo un trabajo que implica no tener prisa por publicar. Yo publiqué mi primera novela a los 38 años; quizá la hubiera publicado a los 40, pero me precipité; tenía un año de asistir a una editorial en Guatemala y me ofreció publicar una editorial de México de inmediato, y me fui.
AMOR: El amor loco es el mejor
POESíA: Otra manera de mirar al mundo
PERIODISMO: Un oficio arriesgado, pero muy necesario
GUATEMALA: Lugar complicado y duro, pero depende de nosotros
NOVELA: Puede ser un cuadro en la vida de los hombres
HISTORIA: Quizá sirve para que hagamos el ridículo permanentemente
VIDA; Un reto todos los días
PASIí“N: La palabra escrita
JUSTICIA: Algo que nos falta
PERDí“N: Algo que también nos falta
FIDELIDAD: Una cosa de chiste
TRAICIí“N: Es una antiquísima conducta humano