Generosa oferta de visa y trabajo en EE.UU.


Cuando no es un prí­ncipe destronado de Kenia, es un defenestrado ministro de Liberia o un presidente derrocado de otro paí­s africano el que me propone que me convierta en socio suyo, para realizar estupendos negocios que me convertirí­an en millonario sin esfuerzo alguno de mi parte.

Eduardo Villatoro

Ya lo he contado, pero como ahora he recibido otro ofrecimiento ?esta vez de carácter migratorio y laboral? déjeme que le recuerde que hace unos cuatro años un miembro de la familia real keniata se puso en contacto conmigo por medio de la Internet, indicándome que habiéndose enterado de mi reputación de próspero empresario me ofrecí­a compartir una millonaria fortuna, con la única condición que le proporcionara los números de mis cuentas bancarias y tarjetas de crédito, como si yo fuese un acaudalado derrochador.

El año pasado, justamente el 10 de octubre, recibí­ el correo de un ex ministro de Estado liberiano que inicialmente me decí­a: «Esta carta tiene mi intención de establecer una mutua relación de negocios con usted. Ubiqué su dirección después de una prolija investigación buscando a una persona con credibilidad y que pueda cooperar con mi jefe y conmigo».

Me quedé asombrado al enterarme hasta donde llegaba mi prestigio de hombre de negocios, sin que anteriormente yo hubiese realizado ninguna transacción digna de tomarse en cuenta ni siquiera en el mercado de El Guarda; pero según Mr. Sam Jackson, tal su nombre, yo disfruto de envidiable solvencia financiera y por eso me propuso ser socio suyo y del depuesto presidente Charles Taylor, interesados en invertir su dinero en Guatemala, producto de varios años de agotadoras y honestas tareas en el gobierno de Liberia.

Ahora resulta que como decidí­ no convertirme en socio de prí­ncipes caí­dos en desgracia y ministros de Estado echados del poder, un tal Bichnga Tran se ha comunicado conmigo, también por la Internet, con el propósito de concederme visa de ingreso a Estados Unidos, con mis parientes más cercanos, y oportunidades de trabajo y estudio en la nación del norte, para hacer realidad un sueño americano que yo no he tenido ni en mis peores pesadillas.

El mensaje comienza así­: «Felicidades, usted ha sido seleccionado en ser uno de los afortunados ganadores de visa norteamericana, pues su nombre fue procesado por nuestra máquina, entre millones de direcciones de correos electrónicos en todo el mundo». Y yo que jamás me he ganado ni tan sólo reintegro de la loterí­a Santa Lucí­a, aunque no suelo adquirir boletos de esa í­ndole, que conste.

Dice el remitente que el programa de visas me permitirí­a ingresar a los USA «para empezar una nueva vida y un nuevo trabajo». Ignoro quién le pudo haber dicho a Mr. Tran que yo tengo deseos de hacerle una reingenierí­a a mi existencia en este mundo y que me muero de ganas de trabajar.

El susodicho Tran, que debe ser apócope de Transa, me revela el número de mi visa y de mi pasaporte. Curioso que es uno, cotejé los números de esos documentos que tengo en mi poder, y no coinciden con los que identifica el gringo transero, que añade que puedo viajar con mi mujer, hijos y nietos, además de nueras, yerno, consuegros y ama de llaves, si la tuviere.

Sin embargo, como no hay almuerzo gratis, según afirma el destacado analista polí­tico y paleontólogo René Leiva, que sigue sin petate donde caer muerto, para obtener la visa debo informar de los números de teléfonos fijo y móvil, dirección postal, copia de mi pasaporte y de los que me acompañen, además de enviar la suma de US $1,985.03 por persona.

Por supuesto que Mr. Tran le urge que le enví­e inmediatamente mi respuesta, porque hay muchos que ya quisieran tener la suerte mí­a y que están deseosos de ingresar al territorio sagrado del capitalismo neoliberal, y me apremia, también, para que le reenví­e los datos y la plata que me pide a un desconocido señor Moses Khunthai, quien será mi contacto para la obtención de las visas, fuera de que, por razones de seguridad, subraya Mr. Tran, sólo anota dos direcciones de correos electrónicos, a donde debo escribir a la brevedad posible.

Ante tan inaudito ofrecimiento, consulté con dos de mis seis hijos, para conocer su opinión. Menos mal que se me ocurrió hacerlo, porque de no haber obrado con prudencia, le hubiese enviado el dinero a Mr. Khunthai, sin reparar que tengo visa para ingresar a los USA, aunque, como están las cosas de peliagudas en la patria de don Shor Doblevé Bush, podrí­a ser que ya la cancelaron sin previo aviso, por sospechoso de terrorista mediático.

(Un turista norteamericano de gira por Italia le pregunta al guí­a Romualdini Giammattei: -¿Por qué la Torre de Pisa está inclinada? El italiano, después de corto silencio, responde: -Porque tuvo mejores reflejos que las Torres Gemelas).