Generar confianza



No fue cosa de propaganda ni cuestión de meses la construcción de un régimen de confianza en el sistema financiero nacional que, a pesar de los problemas que se dieron a lo largo de la historia, consolidó una sólida credibilidad en las instituciones bancarias del paí­s. Ser banquero llegó a convertirse en sinónimo de honorabilidad y por ello cuando aparecieron personajes como Dí­az Masvidal, recibieron el repudio de quienes sentí­an el orgullo de gozar de la confianza de sus clientes.

Poco a poco fueron surgiendo nuevos bancos y se multiplicó la oferta; por supuesto que entre tantas instituciones tení­a que haber, como en la viña del Señor, de todo y no faltaron los que organizaron bancos para servirse y beneficiarse de la confianza que el guatemalteco tení­a en el sistema. De ellos, unos lo hicieron dentro de los parámetros de la decencia y honraron sus propios compromisos sin desfalcar a nadie, pero por supuesto que la eliminación de controles, producto de esa prédica que tiende a la anulación de cualquier función reguladora del Estado, hizo que el negocio de la intermediación financiera se fuera convirtiendo en arca abierta y los resultados los hemos ido viendo con recientes descalabros.

La lista es larga, porque no se limita a los más publicitados casos de los bancos Metropolitano y Promotor y los recientes de Bancafé y el Banco de Comercio. En la lista figuran el Banco Empresarial cuyos socios ni vistos ni oí­dos, el Banoro, cuyo dueño está en Italia gozando de la vida, el Banco del Ejército cuyos directivos no rindieron cuentas y una larga lista de financieras que captaron recursos del público y cuyos socios y dueños se hicieron humo tranquilamente, seguros de que viviendo en el paí­s de la eterna impunidad no habí­a problema ni consecuencias por sus actos.

Y aquella confianza en los honorables banqueros de antaño se ha ido perdiendo por las actitudes de algunos banqueros actuales que no se preocupan tanto por la honra y el prestigio como por la forma de desviar los fondos para beneficio de sus otras empresas. Y eso que el negocio de las finanzas es sumamente rentable, pero más lo puede ser cuando se obliga al público a pagar los platos rotos porque del fondo común sale el dinero para cubrir lo que otros se han clavado.

Generar de nuevo la confianza demanda acciones correctivas para sancionar a los que prostituyeron el sistema financiero y eso se traduce en un reto para el Ministerio Público que no puede dejar que se rí­an de los guatemaltecos. Cierto es que el nuestro es un pueblo sumiso y conforme que no protesta nunca y que agacha la cabeza para que, si acaso, le devuelvan sus dineritos, pero al perder la confianza dejará de acudir a las entidades bancarias para que se los cuiden y dañarán a todo el sistema. Hasta un pueblo apachado como el nuestro se vuelve más pasivo cuando hay desconfianza y por ello urge devolverle la fe en la honorabilidad del banquero.