El subsidio de la gasolina en China provoca un aumento espectacular del consumo que contribuye a la disparada de los precios del petróleo a niveles récord en los mercados mundiales.
«El precio de la gasolina no influye en mi uso del automóvil. Por lo que a mí respecta, podría aumentar más», asegura Christina Lu, una empleada de unos 40 años de una compañía extranjera y propietaria de un gran vehículo japonés. Al igual que el resto de sus compatriotas, Lu se beneficia de un precio de la gasolina mantenido bajo de manera artificial, por lo que los chinos se comportan como si las reservas de petróleo del planeta fueran inagotables.
Y esto ocurre en un país en el que las necesidades energéticas crecen al mismo ritmo que la economía, es decir, un crecimiento anual de dos dígitos.
El resultado es que China, y otros países emergentes, son los responsables del aumento de la demanda mundial de petróleo y, con ello, del consecuente aumento del precio del crudo.
El control de los precios del petróleo protege a los consumidores chinos del vertiginoso aumento del precio del barril. Afecta a las empresas petroleras, sí, pero el Estado chino acude siempre en su ayuda.
Así, los gigantes del sector, como Sinopec y Petrochina, que no pueden repercutir en los consumidores el alza del precio del crudo importado, reciben cada año subvenciones para paliar las pérdidas.
Pero esta situación provoca una distorsión en el mercado, con una población poco consciente del valor real de los productos que consume.
«El dinero viene de los ingresos fiscales. Al final, es la gente la que paga», subraya el analista de Hong Yuan Securities, Li Yucheng.
Las repercusiones de esta política traspasan las fronteras chinas.
«Las tarifas internacionales de crudo dependen en gran parte de la política de precios de China porque representa un 40% del aumento del consumo global», según el banco de inversiones China International Capital Corporation.
«Una reforma del sistema de precios sería beneficioso no sólo para China sino para el mundo entero», añade la entidad.
Según una simulación de este banco, si Pekín permitiera un aumento de los precios de los productos petrolíferos en 50% con el fin de igualar los beneficios brutos de las petroleras con los niveles internacionales, el barril de crudo caería a los 110 dólares de aquí a finales de año y se situaría en 90 dólares a finales de 2009.
Sin embargo, el mantenimiento del control de los precios en China elevará el precio del barril a los 200 dólares, según el mismo estudio.
El director general de TX Investment Consultin, Lin Yixiang, denuncia también que este sistema conduce al «despilfarro de los recursos, al caos del mercado, a la corrupción y a pérdidas de los productores».
«Además, esto agrava la penuria y la inflación, (…) favorece a los ricos, desfavorece a los menos privilegiados y pone en peligro la armonía social» que tanto preconiza el poder chino, según Lin.
Sin embargo, el gobierno no parece querer abandonar esta política de control con el argumento de pretender, precisamente, luchar contra la inflación, gran preocupación de la población, y en favor del armonía social.
El índice de los precios al consumo creció a 7,7% el mes pasado y fue de 8,5% en abril, el nivel más alto desde hace más de 11 años.
«El control de los precios del petróleo es crucial en este momento porque el gobierno quiere moderar la inflación», asegura Li Yucheng. «Hace falta acabar con este control, pero no es factible en este momento dado los problemas que hay para estabilizar la economía», añade Lin Yixiang, director general de TX Investment Consultin.
Lin Yixiang,
TX Investment Consultin.