El presidente derrocado de Honduras, Manuel Zelaya, salió ayer de la oficina que usa como dormitorio en la embajada brasileña en Tegucigalpa con un fuerte dolor de garganta, cuando comprobó que otros huéspedes también tenían problemas para respirar y algunos vomitaban.
«Alguna gente empezó a ponerse muy alarmada y cundió cierto descontrol porque no se sabía qué estaba pasando, ni cuáles podían ser las consecuencias físicas del contacto con aquella sustancia», relató Zelaya, quien denunció que militares leales el régimen de facto lanzaron «gas tóxico» hacia la embajada desde casas aledañas.
Zelaya pidió la intervención del Comité Internacional de la Cruz Roja tras denunciar la agresión con gas, el mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU exigió al régimen de facto hondureño que termine el asedio contra la embajada brasileña.
La utilización de gas tóxico, que fue negada por la Policía hondureña, es sólo una de una serie de agresiones denunciadas por Zelaya, las que llevaron a Brasil a pedir que el Consejo de Seguridad de la ONU analizara el problema.
El martes, un día después de que Zelaya retornara subrepticiamente al país y se refugiara en la legación, los militares colocaron altavoces frente a la sede diplomática y estuvieron tocando en forma estridente el himno nacional de Honduras.
Esta acción la copiaron de las tropas estadounidenses, que colocaron música estridente en Panamá para hostigar al ex dictador Manuel Antonio Noriega, después de que se refugiara en la Nunciatura Apostólica tras la invasión de 1989.
El régimen de facto también cortó la electricidad y el agua potable a la embajada, pero restableció ambos servicios luego de las protestas de la comunidad internacional, pero han persistido las dificultades para conseguir alimentos y útiles de aseo.
Además, numerosos acompañantes de Zelaya han denunciado que recibieron llamadas anónimas en sus teléfonos celulares con amenazas de un inminente asalto militar, aunque el régimen de Roberto Micheletti ha prometido que respetará la Convención de Viena y sus tropas no incursionarán en la legación.
Un portavoz de la Policía negó este viernes que su institución estuviera detrás del asunto del gas, mientras activistas zelayistas denunciaron que el régimen de facto también colocó aparatos de ultrasonido que provocan malestar a los huéspedes de la embajada.
«Este aparato es un instrumento de guerra, produce dolor de oídos y afecta el sistema nervioso central», dijo el dirigente Rafael Alegría. Zelaya afirmó que estos aparatos fueron proporcionados a los militares hondureños «por los israelitas».
El canal 36 de televisión, el único que no es afín al gobierno de facto, difundió fotografías tomadas desde la embajada que muestran a militares en uniforme de combate y con máscaras antigases que colocaban unos aparatos en el jardín de una casa colindante.
Dos médicos hondureños ingresaron este viernes a examinar a Zelaya y a las otras personas afectadas por el supuesto gas tóxico. Carlos Aguilar, ministro de Salud de Zelaya, y Marcos Rodas, médico de cabecera del mandatario, fueron autorizados a entrar por los militares que mantienen sitiada la legación.
El portavoz de la Policía, Orlin Cerrato, aseguró que su institución no ha usado sustancias químicas contra la embajada, y sugirió que el gas salió de una máquina que trabajadores municipales utilizaron para limpiar calles cercanas.