Gerald Martin, el hombre que se ha pasado los últimos 18 años rastreando los pasos, las huellas y las sombras de Gabriel García Márquez, cree que la obra del Nobel colombiano ya tuvo su punto final.
«Dice que pasa todo el tiempo escribiendo. Pero si me preguntas si va a haber cosas nuevas, no creo», dijo en entrevista con el autor de la biografía «Gabriel García Márquez. Una vida», presentada esta semana en México.
El crítico inglés no descarta «que se publiquen cosas que ya conocemos, como (el cuento no editado) «En agosto nos vemos» (…) Pero no va escribir mucho más».
Ante el silencio público del escritor colombiano, la prensa ha reconvertido a este experto en Literatura Latinoamericana y catedrático de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.) en su portavoz oficioso.
La nominación se justifica por su monumental estudio vital del autor de «Cien años de soledad» al que ha dedicado casi un tercio de su vida a través de 300 entrevistas realizadas y unas 3 mil páginas escritas, que pudo reducir a poco más de 600 en un ingrato y doloroso esfuerzo.
Desplomado en un sillón de un hotel de Ciudad de México, Martin se confiesa agotado por la intensa campaña de promoción, satisfecho con el recibimiento de los primeros lectores y algo «irritado» por algunas críticas.
Después de tantos años se considera amigo del escritor colombiano, a quien no ve desde enero, pero cree que son «sencillamente ridículas» las acusaciones de complacencia que le han dirigido.
«Yo mismo tenía una posición muy escéptica hacia García Márquez antes de escribir esta biografía (…) Me gustaría ver a una persona que supiera lo que yo sé de su vida y que no lo admire», se defiende Martin, de 45 años.
«í‰l no me ha seducido. He sido seducido por su vida», admite el biógrafo.
Y hablando de seducción, Martin también ha recibido críticas por su exposición de la parcela política de Gabo y, especialmente, de su relación con el líder cubano Fidel Castro.
«Me tomo muy en serio la actividad política de García Márquez. No digo que siempre lo haya hecho bien o que siempre hayamos estado de acuerdo pero hablar de que es un ingenuo es lo más ingenuo que he escuchado, así como decir que es un lacayo de Castro», sostiene.
Martin también se adentra en los desencuentros y en la «sorprendente» frialdad del colombiano hacia el presidente venezolano, Hugo Chávez, dada la estrecha amistad de ambos con Castro.
«Creo que García Márquez piensa que Chávez es un populista y que, con todas sus buenas intenciones, puede que sea algo errático. Pero creo que no está en su contra, ni de lejos», considera.
Al presidente estadounidense Barack Obama también lo tiene como un político de buena fe, aunque dude de que «sea suficiente para hacer lo que quiere hacer».
El Nobel, recuerda Martin, le adelantó «que Obama iba a aflojar las tensiones entre Estados Unidos y Cuba y que iba a permitir el regreso de las familias cubanas unas semanas antes de que todo ocurriera».
«Parece que con todos sus problemas, todavía tiene o sus poderes adivinatorios o su red de inteligencia. O las dos cosas a la vez», señala con una sonrisa.
Pero más allá de Castro y de anécdotas como el misterioso incidente con Mario Vargas Llosa -«lo único que le interesa a la prensa del libro»- Martin espera que se le valore finalmente por los paralelismos que establece entre la vida y la obra del maestro de Aracataca (Colombia).
Porque aunque sus pesquisas han durado casi 20 años y el resultado ya está en las estanterías, el crítico reafirma que «donde más confesiones ha hecho García Márquez es en sus novelas».
«Desde la primera página de «Cien años de soledad» supe que el mundo había cambiado», recordó este lunes el inglés Gerald Martin durante la presentación en México de su biografía «tolerada» de Gabriel García Márquez.
La obra maestra del Nobel de Literatura «fue el eje de la novela latinoamericana del siglo XX y quizás más allá. Nada fue igual desde que fue escrita aquí, en México», hace 34 años, consideró Martin, autor de «Gabriel García Márquez, una vida».
El protagonista de la obra no acudió al acto celebrado en la capital mexicana, donde reside desde hace años.
A causa de los 17 años que dedicó a desentrañar la vida del colombiano, Martin reconoció haber sufrido apofenia, «la enfermedad de los biógrafos, que consiste en ver conexiones que no lo son en todas partes».
Una de las que mencionó fue el viaje que realizó con su esposa en 1968 desde Nueva York para trasladarse a México, el mismo recorrido que hiciera García Márquez siete años atrás.
El colombiano «se instaló definitivamente en México en 1975, en una de las mejores decisiones de una vida llena de buenas decisiones», consideró el crítico y profesor de Literatura Latinoamericana ante un centenar de atentos seguidores en el Palacio de Bellas Artes.
Durante media hora, el inglés relató al público tanto la satisfacción que implica conocer a fondo a «un genio» como García Márquez como el miedo al fracaso que padeció.
«Fue una gran responsabilidad. Para con García Márquez, para con mis lectores, para la posteridad y conmigo mismo. Ha sido muy difícil», admitió.
Lo peor de todo fueron los últimos tres años, en los que el académico se vio abocado a la penosa tarea de sintetizar las 3.000 páginas escritas en las casi 800 definitivas.
Otro momento duro, recordó, surgió al interrogar a su «perseguido» por la fama de ambicioso que siempre le ha acompañado.
«Se enfureció. Me respondió que la ambición no había tenido ningún valor en su vida. Me dijo que lo que había tenido más importancia era la vocación, que sin ella no habría sido nada», recordó.
García Márquez «toleró» esta biografía y de algún modo participó en ella, como explicó en el evento el editor Claudio López de la Madrid.
Para la traducción del inglés al español los editores querían contar con las palabras exactas del colombiano quien, como no permitía a Martin grabar sus entrevistas, pidió que le hicieran llegar los extractos incluidos en la obra a fin de que los redactara a su gusto.
El resto de oradores destacaron que el libro posee una visión crítica de la que carece la autobiografía que escribió Gabo y que también demuestra que la vida del Nobel estuvo al nivel de su obra.
«Las anécdotas de su vida son anécdotas que él podría utilizar en sus novelas», concluyó Martin.