Gao Xingjian: «Hay que saber emplear la libertad, si se utiliza a cambio de otra cosa, desaparece.
En el mes de octubre del 2000, Gao Xingjian se convirtió en el primer escritor de habla china galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Este disidente de la generación de Tiananmen, víctima de la Revolución Cultural China y refugiado político en Francia desde 1988, obtuvo la nacionalidad francesa en 1998.
Novelista y dramaturgo, reivindica una escritura sin reglas. En La montaña del Alma, su obra maestra, retraza un periplo por una China interior, fantasmagórica y cercana a Lao Tsé, lejos del «mundo del polvo». Sus narradores pasan del «yo» al «tú» y al «él», según aborden la vida cotidiana, el monólogo introspectivo o la especulación filosófica; el «nosotros» está descartado por designar una noción de masa contra la cual el autor está vacunado.
El libro de un hombre solo es un grito: en él, cuenta la masacre de su familia, denuncia los métodos del sistema totalitario chino y las exacciones cometidas en la época de la banda de los cuatro. El título del libro no insiste en la soledad sino en la importancia del testimonio individual, en la necesidad de multiplicar confesiones plurales.
«Has escrito este libro para ti, un libro sobre la huida, el libro de un hombre solo. Eres a la vez tu Señor y tu apóstol, no te sacrificas por los demás y no pides, que nadie se sacrifique por ti, no puede ser más justo. Todo el mundo desea la felicidad, ¿por qué sólo habría de pertenecerte a ti? De hecho, la felicidad es bastante rara en este mundo». (Gao Xingjian).
El periodista francés Jean Luc Dovin en una extensa e interesante entrevista que le realizó, lo cuestionó sobre varios parámetros de la literatura, hemos tomado unos tópicos de la misma para que el lector conozca más de este autor, considerado como uno de los grandes escritores y que fue bien merecido el Nobel de Literatura que se le concedió en el año 2000.
Xingjian comenta sobre su vida a la pregunta que se le hace:
Primero fui traductor de autores clásicos franceses… hasta 1966. Durante la Revolución Cultural, fui guardia rojo y me mandaron al campo, para la reeducación ideológica. Fue allí donde tomé conciencia de ser escritor. Uno toma conciencia de la necesidad de escribir cuando ya no puede hacerlo. La literatura permite al individuo conservar la conciencia humana. Empecé a escribir durante la adolescencia. Primero poemas… Luego tuve que destruirlo todo. Siempre bajo vigilancia, temiendo ser denunciado. Volví a empezar, y escondía mis textos bajo la estera de paja que utilizaba de colchón. Tras la Revolución Cultural, pude retomar mi trabajo y traducir a Ionesco, a Prévert.
«La literatura no puede
ser sino la voz de un individuo».
El primer libro que publiqué fue un ensayo sobre el arte de la novela moderna. Me convertí entonces en un blanco. Me calificaron de «modernista», marginal, sospechosamente en connivencia con la literatura occidental, culpable de «contaminación espiritual». Desestabilizaba las bases del realismo revolucionario, y me pidieron que hiciera una autocrítica pública en la prensa. Me negué. Me decía que había que resistir y escribir para sí mismo, sin la menor obligación estética, asumiendo el riesgo de no ser publicado. Fue así como escribí La montaña del Alma, que representa aquello en lo que creo: una búsqueda del lenguaje, en la que el individuo se expresa con toda libertad, una mezcla de fábulas, un cuaderno de viaje, de anales, de notas sobre la vida cotidiana… ¡Lo contrario de lo que preconizaba el poder! Tardé siete años en escribirlo. Lo acabé en Francia. Como un desafío. Me habían invitado a venir y me quedé. Me ganaba la vida pintando.
Efectivamente, también es usted pintor. ¿Qué diferencias establece usted entre la expresión literaria y la expresión gráfica?
Una diferencia de sonido. Estoy a la escucha. Cuando escribo, cazo las palabras como si fueran sonidos. Con la pintura, el gesto viene del cuerpo. Pinto escuchando música. Me encanta la música. Ya de pequeño tocaba el violín y la flauta.
En su discurso ante la Academia Sueca, insistió usted en el papel de la escritura como tentativa de descifrar al hombre.
Quise recordar que el escritor es un hombre corriente, no un portavoz del pueblo, y que la literatura no puede ser sino la voz de un individuo. Una literatura que se convierte en oda a un país, en estandarte de una nación, en voz de un partido… pierde su propia naturaleza: ya no es literatura. La meta de los escritores no es que se publiquen sus obras sino reconocerse a ellos mismos.
Kafka y Pessoa no recurrieron al lenguaje para cambiar el mundo. Yo creo en lo que llamo literatura fría: una literatura de huida, para preservar la vida de uno, una literatura no utilitarista, sino de salvaguarda espiritual de sí mismo, a fin de evitar ser asfixiado por la sociedad. Creo en una literatura del momento, para los vivos. Hay que saber emplear la libertad. Si se utiliza a cambio de otra cosa, desaparece.
Biografía de Gao Xingjian:
Nace en Jiangsu (China) en 1940. Novelista, poeta, dramaturgo, director de teatro y pintor, como un artista del Renacimiento tiende a abarcar el arte en sus distintas disciplinas y en cada una de ellas investiga una forma personal de expresarse mezclando técnicas, estilos y géneros.
Entre sus libros se encuentran: La Montaña del Alma, El libro de un hombre solo, En torno a la literatura y Una caña de pescar para el Abuelo novelas que distribuye en Guatemala librerías Artemis Edinter.