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“La realidad no puede cambiar si la persona no es consciente de su propia dignidad y espiritualidad”. Beato Juan Pablo II

Raymond J. Wennier

 


A pesar de las opiniones de “Marcola” sobre el problema de drogas, (artí­culo del jueves pasado) donde él declara que No hay solución, la discusión parcial sobre este tema continúa, la despenalización, sin considerar al ser humano completo y miembro activo de una sociedad al borde de un total desbalance. íšnicamente abordan la parte económica y las ventas comparativas entre narcos y empresas grandes. Muestra de lo anterior es cuando el señor William Brownfield, subsecretario estadounidense de asuntos antinarcóticos, que presentó en febrero pasado un plan que diseña una nueva estructura para combatir el crimen desde el punto de vista de Estados Unidos, sobre el problema del crimen organizado, el tráfico de drogas, lo que se ha avanzado y de lo que no se ha podido avanzar. El “Global Financial Integrity”, después de dos años de estudio, concluye que la solución para reducir el crimen organizado, es legalizar las drogas. “La Red centroamericana de centros de pensamiento e incidencia”, opina que la región centroamericana ya no es considerada un corredor de la droga y se ha convertido en estación de servicio para el narcotráfico y otros ilí­citos. La Secretarí­a Ejecutiva de la Comisión contra las Adicciones y Tráfico Ilí­cito de Drogas (SECATID), ha informado que el alcohol, los cigarrillos y tres tipos de drogas, son de fácil acceso en los centros educativos. Por otro lado, “INTERpeace”, en su publicación “Polí­ticas públicas para prevenir la violencia juvenil”, habla de los factores de riesgo que contribuyen a la violencia, donde está mencionado: “Fácil acceso y consumo de alcohol y drogas”. En el informe dice que el consumo de sustancias ilí­citas inicia a los quince años de edad como promedio. En mayo del año pasado el Presidente de Estados Unidos presentó el plan de su administración para el control de drogas. La “Oficina nacional de polí­tica de control de drogas”, presentó su estrategia que propone un enfoque equilibrado para hacerle frente al complejo desafí­o del consumo de drogas y sus consecuencias. Todas las instituciones antes mencionadas, hablan de las consecuencias para la sociedad en lo económico y de la violencia. Sin embargo, no atienden a las causas múltiples que proveen el caldo de cultivo para todo el proceso que llega al consumo, el que a propósito ha aumentado tremendamente en las últimas décadas.

Cuando distintas organizaciones hablan de combatir “la mafia”, recuerdo haber leí­do sobre ellas y lo que hací­an. El dicho popular dice que “si no conoce la historia, está condenado a  repetirla”. Lo que está pasando en Guatemala tiene mucha semejanza a lo que pasó en la década de los años treinta del siglo pasado. Muchos jóvenes abandonaron las casas de sus padres atraí­dos por la vida en las grandes ciudades. La canción de moda en 1919 se llamaba “¿Cómo vas a retenerlos en las granjas ahora que han visto Parí­s?”. Hoy dí­a los jóvenes que se encuentran en situación fí­sico-social precaria buscan una “familia” aparte de la suya, que probablemente está desintegrada, busca dinero, busca poder de consumismo, que antes no tení­a, y lo encuentran en las drogas. La enmienda 18 de la Constitución de los Estados Unidos, conocida como “Volstead Act”, que se hizo popular en todo el mundo como la “Ley seca” propició el crecimiento del crimen organizado, de las pandillas de fabricantes, contrabandistas y expendedores de bebidas alcohólicas, lo que se conoce como “gangsterismo”. Los propietarios de los bares medio clandestinos, de las cervecerí­as y destilerí­as no podí­an recurrir a la policí­a ni a los tribunales, eran obligados a aceptar la “protección” de los “gangsters”. La guerra entre estos se volvió frecuente y los competidores eran eliminados por ráfagas de metralleta. En Chicago y en otras ciudades, los policí­as y polí­ticos, a raí­z de la Ley seca obtení­an beneficios personales. El congresista de Texas que redactó la Ley, fue arrestado al cabo de un tiempo, por haber instalado una destilerí­a en su rancho. La Ley seca entró en vigor en enero de 1920 y fue abolida en diciembre de 1933. Estos casi catorce años de prohibición sirvieron para que el mundo del crimen encontrara un trabajo, por las consecuencias del “Stock market crash” de 1929 y la subsiguiente “Depresión” que tardó hasta los años cuarenta, época en la que era muy difí­cil conseguir un trabajo, y  un acomodo casi popular que le permitió enriquecerse y establecer contactos, por lo menos a niveles locales, con polí­ticos corruptos y policí­as sin escrúpulos.

Es sorprendente comparar lo que pasó en esos años del siglo pasado y lo que Guatemala está sufriendo hoy dí­a. Igual que en los años veinte, los “gangsters” buscan diferentes formas y entidades para invertir las “ganancias”, mal habidas; casi cien años después de lo que pasó en Estados unidos, están haciendo lo mismo, por medio del “lavado de dinero”. Seamos conscientes de nuestra propia dignidad y espiritualidad, tal como lo dice Juan Pablo El Grande. Este problema es una amenaza para todos, niños, jóvenes y adultos de cualquier estrato socioeconómico y social. ¿Aprenderemos de la historia o estaremos condenados a repetirla? ¿Quién tiene la solución? ¿Es posible que “Marcola” tenga razón y NO hay solución?