Mauritania, una gran República islámica con reputación normalmente poco fogosa, se encuentra repentinamente enfrentada a un intenso tráfico de estupefacientes provenientes de Sudamérica, que ha llegado a corroer los engranajes de la administración.
En estos últimos años, el tráfico de cocaína sudamericana hacia el oeste de ífrica se ha ampliado de manera considerable: alrededor de 12 toneladas de cocaína destinadas al mercado europeo fueron incautadas desde principios de 2007.
En Mauritania, país desértico en dos de sus terceras partes, tres importantes alijos, que representan un total de una tonelada y media de cocaína y 5,4 toneladas de cannabis, fueron incautados desde mayo.
A continuación fueron arrestadas unas 40 personas, entre ellas un comisario de la policía, representante de la Interpol en Mauritania, y dos agentes de la Agencia para la Seguridad de la Navegación Aérea en ífrica (Asecna).
En el extranjero, unos 20 sospechosos son buscados con órdenes de detención internacionales, entre los que figura el antiguo presidente mauritano Khouna Ould Haidalla (1980-1984), detenido en Marruecos y en el punto de mira de la justicia belga, por su presunta impliación en tráfico a gran escala.
Numerosos extranjeros han sido encarcelados, entre ellos franceses, españoles, marroquíes, senegaleses, e incluso mexicanos, lo que confirma la dimensión internacional de las redes.
«Hay motivos para preocuparse, ya que las personas detenidas o buscadas pueden ser sólo el árbol que oculta el bosque (…) sin duda más peligroso para el país y el Estado», explica el sociólogo Daha Ould Teiss.
«Esta situación es muy grave y toma mayor amplitud cada día», estimaba recientemente una fuente judicial de alto nivel.
Lo prueba el descubrimiento en julio en la capital de una instalación «industrial» destinada al embalaje de la droga, con productos capaces de disimular grandes cantidades en las cajas de pescado destinadas a Europa.
Frente a la extensión del fenómeno, la oposición ha manifestado su inquietud y exigió varias veces en las últimas semanas la constitución de una comisión de investigación parlamentaria. Esta petición no ha tenido éxito por el momento, ya que las autoridades se remiten a la justicia.
En mayo, los cuatro partidos de la oposición representados en la Asamblea ya habían estimado en un comunicado que «Mauritania se había convertido en una zona de almacenaje y de cobijo (…) un Estado narcotraficante, en el que la policía y la administración están infiltrados y corrompidos a los más altos niveles».
«El gobierno hará todo lo posible por clarificar el asunto de la droga, y en este marco, nadie se encontrará por encima de la ley», replica por su parte el portavoz de la presidencia, Mamadou Ba.
Para hacer frente a lo que los imanes de Nuakchot califican de mal «extranjero», las autoridades cuentan con el apoyo de Interpol, con ayuda militar estadounidense y con operaciones de vigilancia costera del dispositivo europeo de lucha contra la inmigración ilegal, Frontex.
Sin embargo, según el primer ministro, Zeine Ould Zeidane, este fenómeno no es tan reciente.
«Si hubo tantos descubrimientos repentinos (de droga), es porque la administración está más implicada en la lucha contra la criminalidad, y la justicia es más independiente y es mejor utilizada», aseguró.