Cuando hasta organismos internacionales a los que con anterioridad se les ha culpado de tener responsabilidad en el atraso de los países latinoamericanos, por haber impuesto políticas económicas neoliberales que los gobiernos han estado sumisos para aplicarlas, llegan a señalar las inequidades sociales que se registran a causa de la resistencia de los pequeños y poderosos grupos que acumulan la riqueza en detrimento de las clases sociales mayoritarias y empobrecidas, uno llega a pensar que no ha estado del todo equivocado al insistir con frecuencia sobre la imperiosa necesidad de que se realicen transformaciones estructurales para evitar que se ahonden las asimetrías prevalecientes.
Me refiero en esta ocasión a las recientes declaraciones del presidente del Banco Mundial, que conjuntamente con el Fondo Monetario Internacional han impuesto a los gobiernos y países de América Latina y al Tercer Mundo en general, y ahora a las naciones de la Unión Europea, sus recetas draconianas para reducir el gasto social, incrementar los impuestos a las clases menos afortunadas y adoptar medidas de ajuste que terminan por dejar a millones sin empleo.
Pues bien, Robert Zoellick, máximo ejecutivo del BM, sin pelos en la lengua afirmó que el sector privado de Centroamérica, que incluye a Guatemala -por supuesto- debe “pagar impuestos justos” (el subrayado es mío). Luego, soltó una frase lapidaria que de haber sido pronunciada por algún político medianamente progresista o expresada por un columnista ajeno a los trasnochados de la derecha, inmediatamente se le hubiera calificado de comunista, chavista, castrista, populista o cualquier otro epíteto supuestamente ofensivo.
El presidente del Banco Mundial declaró sin ambages que empresarios centroamericanos “No pueden (deben) simplemente hacer dinero (en sus países) e irse a Miami” a disfrutar de sus ganancias), y puntualizó “Los empresarios tienen que ser capaces de participar y de hacer que la democracia funcione en sus propios países, porque de otro modo todos estos esfuerzos que hemos hecho (¿cuáles?) se diluirán” .
Tales declaraciones fueron vertidas en un foro sobre la creciente violencia en Centroamérica, producto del crimen organizado y del combate contra el narcotráfico, celebrado en Washington. Para ponerle más chile al caldo, la subsecretaria norteamericana para Seguridad Civil, Democracia y Derechos Humanos, María Otero, le propinó otra derecha al hígado de la oligarquía guatemalteca y del resto de países latinoamericanos al indicar directamente que “El hecho de que muchos de los ricos en América Latina no han pagado su parte justa de los impuestos, es una de las razones por las cuales los servicios para proteger a los ciudadanos no han estado a su alcance”.
Dándole más sabor al palique degustado en la capital de Estados Unidos, y no en una ciudad cubana, venezolana, ecuatoriana o boliviana, Carlos Gutiérrez, ex secretario de Comercio de Estados Unidos, lanzó este razonamiento “El problema es el mismo en casi todos los países latinoamericanos, el 5 % de la población está impulsando al país, mientras (que) el otro 95 % se siente como si estuviera al margen”; situación que podría revertirse con más inversión en educación, subrayó el exfuncionario norteamericano, al más puro estilo de cualquier demagogo de izquierda, desde la óptica empresarial.
(En el gimnasio, un tacaño ricachón de 65 años le pregunta al entrenador Romualdo Tishudo: -¿Qué máquina debo usar para impresionar a una chica de 30? Mi paisano replica: -Fácil, un cajero automático).